Todos discípulos, todos misioneros

Este lema, que es un deseo y es un objetivo pastoral para todos nosotros, nos marca la agenda del año que acaba de comenzar. 2014 será el año del comienzo de la misión: en estos días me reúno con los sacerdotes, los consagrados y consagrados y con laicos de toda la Diócesis, en distintas zonas, para comunicar directamente, en persona, que estamos en misión, que iniciamos ese proyecto que a muchos nos tiene tan ilusionados y, a muchos más, esperanzados.
En la medida que depende de nosotros, porque reconocemos como animador principal al Espíritu Santo, y lo que esperamos lo ponemos en manos del Señor, ya tenemos un diseño básico suficiente para poder compartir el camino que queremos recorrer: el de discípulos-misioneros. Así os lo comunicaba no hace mucho en la carta pastoral en la que os anunciaba la misión que emprendemos en toda la diócesis, en todas las parroquias de la diócesis: “En realidad ser discípulo-misionero es el camino que ha de recorrer la vocación de cada cristiano: un camino que parte del encuentro con Cristo y nos lleva a anunciar el Evangelio. El discípulo está siempre centrado en Jesucristo y en la misión que se le confía” (Papa Francisco, Discurso a los obispos responsables del CELAM, 28, 7, 2013). En efecto, el acontecimiento Cristo es el inicio de ese sujeto misionero al que llamamos discípulo. “Discípulo es el que está con su Maestro, aprende de él, lo conoce, lo ama y lo imita. Misionero es el enviado a anunciar a Cristo. No se puede ser verdadero discípulo sin ser misionero, ni se puede ser misionero si no arde en el corazón el amor del discípulo por su Maestro” (Del año de la fe al año de la misión, Amadeo Rodriguez).
Pues bien, ya estamos en ello; estamos iniciando el año del discipulado, como hemos venido en llamar este primer momento de la misión; estamos ahora despertando la disponibilidad de todos, esa que nos ha de llevar, a cada uno según su situación y sus posibilidades, a decirle al Señor: “Cuenta conmigo”. Lo que estamos haciendo en este momento entre todos es mucho ruido misionero, para que se enteren muchos y se dispongan a participar cuando llegue su momento. Como nos dice el Papa Francisco estamos “primereando”. En el nombre del Señor nos estamos adelantando con encuentros, carteles, documentos, llamadas… para ir poco a poco creando el clima espiritual y pastoral que requiere lo que nos proponemos hacer. Adelantándonos, y cuanto antes, queremos ir preparando el terreno sin miedo, con audacia y creatividad, y sobre todo invitando a muchos, cercanos y lejanos, a que preparen el corazón para que, cuando pase la Palabra del Señor por sus vidas, encuentre la acogida que ya espera pacientemente.
En estos primeros pasos estamos “involucrando” a muchos, para que, a su vez, éstos involucren a otros en una iniciativa que va a necesitarnos a todos. No obstante, si bien es importante que nos preguntemos qué podemos aportar, es mucho más importante que nos hagamos una pregunta fundamental: ¿Qué tengo que hacer para ser discípulo del Señor? En este año del discipulado hemos de ponernos en actitud de escucha, de contemplación, y así poner los ojos del corazón en las palabras, en los gestos, en los sentimientos y en las actitudes del Maestro. Y siempre estando con él.
El discípulo, como nos recuerda el Papa Francisco, siempre necesita cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano a sus compromisos y actividades. Y Añade: “Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración” (EG 262). Pero sin olvidar jamás que la intimidad de la Iglesia con Jesús es itinerante. Discípulo-misionero son dos expresiones inseparables del seguimiento de Cristo.
El año del discipulado es para fortalecer la misión, para hacer las cosas con unos principios sólidos. Es sobre todo un tiempo para que todos nos preguntemos de quién vivimos: entrando a fondo de nuevo en nuestro Bautismo, renovando la gracia y los dones de la Confirmación y tomando conciencia clara de que la Eucaristía es la fuente de nuestra vida. Sólo desde esta experiencia miraremos la misión que haremos al año siguiente en cada parroquia con garantías, las que le ofrece el Señor, que es quien va configurando cada día nuestra vida cristiana para que seamos sus testigos ante quienes esperan de nosotros el anuncio de la alegría del Evangelio.
Cuando leas esto, has de saber que ya me he reunido con tu párroco y con algunas personas de tu parroquia, pregúntales qué se ha dicho de la misión, interésate por cómo puedes participar y, cuando lo hagas, procura propagar lo que te han dicho entre aquellos con los que te relacionas. La misión la hemos de hacer entre todos.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia