El héroe discreto

Los viajes en avión son una oportunidad para deleitarse con la lectura de una buena novela. Agradezco la generosidad de un amigo que me trajo la última obra de Mario Vargas Llosa, “el héroe discreto”, que no había llegado a Venezuela. Su lectura me robó el sueño y me hizo devorar sus casi 400 páginas en pocas horas. Los grandes literatos latinoamericanos llevan en lo más profundo de sus almas el amor a la tierra y el anhelo, a veces difuso, de los mejores valores de la herencia hispánica, transidos de transcendencia y virtudes que se difuminan en el fárrago de la historia convulsiva de nuestros pueblos.

Sin ser crítico literario, me atrevo a afirmar que en “el héroe discreto”, sobresale la maestría en el dominio del género novelístico, que superpone personajes, lugares y escenas en continuidad diacrónica y sincrónica, que la convierte casi en una novela de misterio, en la que no se atisba a descubrir dónde acabará de desatarse el nudo de la trama. Al principio da la impresión de estar ante dos relatos superpuestos, sin ninguna relación. Uno tiene como escenario a Lima, donde un honesto empresario, Ismael Carrera, termina deshederando a sus dos hijos, Miki y Escobita, dos hienas que lo aborrecen. Esta situación afectiva lo llevó, una vez que enviudó, a casarse con su sirvienta, Arminda, convirtiéndola en la única heredera de su inmensa fortuna.

El otro escenario, en el norte peruano, en Piura, tiene como protagonista a un humilde hombre de provincia, Felícito Yanaqué, dueño de la empresa de transporte Narihualá, heredada de su padre, hombre analfabeto, pero trabajador y honesto que le trasmitió las mejores virtudes y en herencia la mejor flota de autobuses de la región. Las mujeres de ambos protagonistas resultaron ser hermanas, Gertrudis y Arminda, procedentes de los bajos fondos interioranos, logrando superar la vida disipada a la que las condujeron la vida, hasta convirtiéndose en mujeres generosas, honestas y piadosas.

Los cuadros que pinta el autor son producto de aguda observación, recreados con maestría en superposición de tiempos, espacios y personajes que tejen una trama cada vez más subyugante. El tema religioso, la búsqueda de la verdad y la honestidad, como exponentes de aquello que le da sentido a la existencia y a la convivencia humana, son parte de esa sed espiritual que tanto anhela el subconsciente latinoamericano.

“El héroe discreto”, es el hombre común que es capaz de ir más allá de los líderes que nos han prostituido. Ismael, Felicito, Rigoberto, Gertrudis y Arminda, Lucrecia y fonchito, el capitán Silva y el sargento Lituma, Mabel, Adelaida y tantos otros, son la mejor expresión del latinoamericano de a pie, que lucha por las virtudes más auténticas en medio de las lacras de una sociedad ávida de verdad, amor y belleza. Hay que leer esta novela para descubrir el rostro de tantos que pasan a nuestro lado, sedientos de redención.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
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