Hace ya muchos años, en el Informe sobre la Fe, Joseph Ratzinger afirmaba que las más de 100 Conferencias Episcopales del mundo no tienen base teológica, no forman parte de la estructura divina de la Iglesia. Esta, observaba, no es una Federación de Iglesias nacionales, que convergen sólo sobre los principios generales del Credo.
El poder de los “pequeños Vaticanos" repartidos por los cinco continentes, uno por cada nación, se redimensiona. Pedro es sólo uno. Y está en Roma. Habiendo llegado a ser Papa, el entonces Cardenal Prefecto de la Santa Sede ha comenzado a tomar medidas. Este es el motivo de la advertencia, amable pero firme, de Bertone, su "primer ministro", a Bagnasco, representante de la "Iglesia nacional italiana." Respeto y confianza, por supuesto, pero las líneas generales de gobierno le llegan a ella desde el Vértice de la Iglesia. No es en realidad un ajuste de cuentas entre los cardenales, es de hecho una estrategia a largo plazo de Benedicto XVI para combatir un “federalismo clerical” inaceptable para él.