Ratzinger se apoya en Martini

Personifican dos sensibilidades eclesiales integradas y no contrapuestas. Benedicto XVI pidió al anciano y enfermo cardenal Martini que fuese a verlo. Pedro necesitaba ver a Pablo. Las dos columnas de la Iglesia. Ancianos los dos (el Papa cumple 84 el día 16 de abril y el cardenal jesuita ya los tiene). Sabios los dos. Con opiniones diferentes en lo accidental, pero siempre unidos en lo esencial. Amigos, a pesar de los estereotipos de los medios de comunicación que los enfrentaron en el último cónclave. Símbolos vivos de la comunión eclesial y de una Iglesia capaz de abrir sus brazos a la derecha y a la izquierda. Los grandes brazos abiertos de la cruz. Sin echar a nadie. Acogiendo a todos, incluso a los simpatizantes de un cardenal que ha llegado a pedir un nuevo Concilio para poner al día la Iglesia.

Le llamó Pedro y, aunque Carlo María Martini vive retirado, debilitado por el Parkinson y apenas puede hablar, se fue de inmediato a ver al Papa. Dicen que Benedicto XVI quería consultarle el nombramiento del sucesor del cardenal Tettamanzi en la que fuera su archidiócesis de Milán. Pero quizás hablaron de otras muchas cosas. Sin duda, abordaron el gobierno, presente y futuro, de la barca de Pedro.

A solas los dos. Durante casi una hora. Un encuentro deseado por ambas partes. Una especie de adiós del cardenal jesuita a su amigo el Papa benedicto XVI. Un encuentro a corazón abierto sobre el presente y, especialmente, sobre el futuro de la Iglesia. Martíni siempre se opuso a una Iglesia triunfante y de masas. Siempre apostó por un cristianismo levadura, espiritualmente renovado y reformador. Un modelo en el que, quizás, coincida con el Papa Ratzinger.

José Manuel Vidal
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