Unidad y claridad

Ahí está ahora la clave, pues se ha acabado ya el colchón mullido que suponía el recurso al Presupuesto del Estado y que hacía, en el fondo, indiferente lo recaudado vía asignación tributaria. Se me ocurren algunas condiciones para que esa respuesta sea la debida.
Primero, que los obispos se muestren unidos en este asunto y en otros a los que la opinión pública de los católicos practicantes es muy sensible. En el pasado se ha comprobado que, cuando algún obispo hacía declaraciones ambiguas sobre el terrorismo, disminuía el número de católicos que apoyaban a la Iglesia con su dinero; quizá no disminuía tanto en las diócesis de esos obispos, pero sí en las restantes.
Si la asignación tributaria se asignara por diócesis o por comunidades autónomas, digamos que cada palo aguantaría su vela. Pero no es así, y, como en el pasado ya se han producido este tipo de comportamientos que han perjudicado al conjunto, habría que procurar que no se repitieran.
Si en noviembre se aprobara, por ejemplo, el documento sobre la unidad de España como bien moral, el resultado sería muy positivo para el co junto de la economía de la Iglesia española.
Segundo: Es imprescindible una campaña que explique el bien que la Iglesia -más allá de sus obras sociales- está haciendo a la población española, y que aclare que con el nuevo 0,7 del IRPF no es suficiente, ni de lejos, para lograr la autofinanciación.
En definitiva, ahora la pelota está en el tejado de la Iglesia y puede ser para bien. Lo será si se acentúa la unidad en el Episcopado y entre obispos y fieles. Ése es el reto.
Santiago Martin (La Razón)