Un arzobispo al que no le gustaba la Virgen

mortal a Zaragoza. No en carne mortal pero la Virgen del Pilar ha vuelto a su basílica. El pontificado de Yanes, largo como una condena, por fin ha terminado. Y con él el destierro de la Virgen. A ese arzobispo antipático, introvertido, huidizo, incapaz de mirar de frente, no le gustaba la advocación del Pilar.
Vayan ustedes a saber que raros complejos anidaban en su alma acomplejada. Pero la Virgen del Pilar no existía en sus sermones y, si alguna vez era nombrada, porque no quedaba más remedio, la frialdad invadía el santo templo pues no había ningún calor, ningún amor, en una gélida mención protocolaria, tan fría como su gélida sonrisa.
Nadie diría que era canario. Porque en él no había ni uno sólo de esos rasgos característicos y encantadores de los canarios. El calor, la espontaneidad, la extroversión, la risa abierta y la mirada clara de un canario nadie podrá encontrarlos en Elías Yanes. Yo tendería a pensar en un parecido con un esquimal o un lapón. Pero, no conozco a nadie con ese origen, y puedo tender a identificar el frío atmosférico con el frío del alma.
Y no hay que subir a esas latitudes para encontrar parecidos. Aquí se
dan también hombres de hielo. Me han venido a la pluma o, mejor, a la tecla, Setién, incapaz de sentir la más mínima emoción ante la viuda, la madre, los hijos o la novia de un asesinado por ETA. Carrillo, hoy de actualidad por un increíble doctorado horroris causa, a quien miles de muertos sobre su conciencia le pesan lo mismo que el pétalo de una rosa. Varios asesinos de ETA a quienes hemos visto felices con sus asesinatos...
No hay que recurrir a esquimales y lapones, seguramente personas cordiales y amistosas. Yanes es de esa pasta que parece un carámbano. Cierto que su frialdad no tiene que ver con la sangre como en los ejemplos anteriores. Pero, cierto también, que entre las victimas del terrorismo y Setién, sus amores estaban con su amigo Setién. Amor de reptiles, que tienen la sangre fría, pero amor al fin y al cabo.
Llegó a Zaragoza, en un desgraciado nombramiento episcopal, e inmediatamente mostró que el Pilar no era su columna. Tendría que rebuscar en mi archivo, cosa que ahora no me apetece, pero, más o menos, vino a decirles a los zaragozanos, y a los aragoneses, y a los españoles todos, que el Pilar era una piadosa leyenda insostenible. No tan claro pero se le entendía muy bien. Vuelvo a citar de memoria una pintada con la que le replicaron los maños en alguna tapia de su capital: "Y vino en carne mortal/la Virgen a Zaragoza./ Y tiraremos al Ebro/ al que nos diga otra cosa".
Yanes entendió el aviso. Ya no volvió a hablar de leyendas. Pero tampoco
de la Virgen. Como si no existiera. La homilía del nuevo arzobispo de
Zaragoza, monseñor Ureña, devolvió la Virgen al Pilar. Al Pilar arzobispal porque en la basílica y en el corazón de los aragoneses siempre estuvo. Ureña fue absolutamente, totalmente, pilarista. Con voz recia parecía querer reparar sacrílegos olvidos anteriores. La Virgen del Pilar llenó su templo.
Volvió a su templo. Fue todo. Y el arzobispo demérito, parecía hundido entre sus ropajes litúrgicos. Era la victoria de la Virgen sobre un arzobispo que no la quería. ¡Un arzobispo de Zaragoza que no quería a la Virgen del Pilar!
Bendita sea la hora. En la que la Virgen vino en carne mortal a
Zaragoza. Y en la que se ha ido el arzobispo de Zaragoza al que le molestaba la Virgen. A monseñor Ureña no le molesta. Está entusiasmado con su nueva Virgen. No lo pudo decir más claro, ni más alto, ni mejor.
Y ahora una mención al cabildo del Pilar. No sé si estaba el deán don Antero a quien no conozco y, por tanto, no reconozco. Recuerdo vagamente que en las torres del santo templo había unas leyendas pilaristas que últimamente han desaparecido. ¿Decisión de Yanes? ¿Del cabildo queriendo agradar a Yanes? ¿Del cabildo también antipilarista? ¡Vaya cabildo! Desde Antero que no me entero o me entero demasiado.
El aspecto capitular cuando Yanes ignoraba a la Virgen o cuando Ureña cantaba sus alabanzas era el mismo. Una estólida indiferencia. Tal vez con una o dos excepciones. Ya nos
han librado de Yanes. Monseñor Ureña, prescinda cuanto antes de Antero que no me entero, o si se entera, peor, y demás compañeros no puedo decir que mártires. Salvados los dos o tres que quepa salvar. Francisco José Fernández de la Cigoña.