Algo grande ha cambiado en el paisaje político: la Iglesia católica se ha constituido en
organización de masas, como fuerza de choque de la derecha. Más o menos el papel que juegan los sindicatos respecto de los partidos de la izquierda.
Para ello, la Iglesia ha sindicalizado sus objetivos. Su aparato ya no se dispersa en llamadas evangélicas a la caridad cristiana, el amor fraterno o el comunitarismo de base.
Ahora se centra en la sustancia: clases de religión, financiación a sus colegios y subvenciones. O sea, una tabla de mejora del convenio, mientras por sus emisoras lanzan mensajes virulentos, usando un
lenguaje tabernario que deja en flores al de los sindicalistas.
La
vicepresidenta ha viajado a Roma, donde está la cúpula de la intersindical, para negociar algo, y amansar lo que pueda la marea, y allí le han dicho lo habitual para subir la tabla: que ya no pueden controlar a las bases.
Pedro de Silva.