ALMA DE CRISTO

Aprendí esta oración de los labios de mi madre, mucho antes de recibir por primera vez a Jesús. La recitaba arrodillado en los primeros bancos de mi parroquia repitiendo frase por frase, cuando don Alejandro, sacerdote celoso, nos preparaba a los niños todos los días en la Misa de ocho para recibir el Cuerpo de Cristo. La acción de gracias era siempre fervorosa.


Alma de Cristo, santifícame... En contacto íntimo de alma con alma, derrama, oh Señor, sobre la mía un poco de tu santidad divina; Tú, que estás lleno de perfección y de amor.
Cuerpo de Cristo, sálvame. Pan vivo bajado del Cielo, manjar que das sustento de vida. Sangre de Cristo, embriágame. Casi, Señor, me da apuro decírtelo, pero también a tus Apóstoles los juzgaron ebrios después de Pentecostés. Danos a todos los cristianos ese fervor y audacia con el vino generoso de tu sangre derramada en el Calvario.

Agua del costado de Cristo, lávame; purifícame; mira que me arrastro por la imperfección, por los senderos del egoísmo, por los ocultos laberintos de mis faltas diarias. Lávame más y más de mi pecado; dame tu limpieza, Jesús; tu pureza Divino Maestro.

Pasión de Cristo, confórtame. Ahora te lo pido; ahora que estoy sereno. Y cuando llegue el día del dolor; cuando no pueda aguantar más, que mire, Jesús, a tu cruz y sepa unirme contigo.
Oh Buen Jesús, óyeme. Siempre me oyes y me miras y me atiendes. Hazlo ahora de una manera especial. Ahora que estamos fundidos los
en uno los dos.
Dentro de tus llagas, escóndeme. Siempre dentro de tus llagas místicas, porque Tú eres nuestro refugio de generación en generación. Y ahí quiero reposar; ahí, reparando fuerzas, en lo más íntimo de tu ser, junto a todos los cristianos que te amamos con fervor.
No permitas que me aparte de Ti. Porque soy del mismo barro de los lujuriosos, de los ateos, de los ladrones y mentirosos. Atame fuertemente a ti, de manera que no sea posible separarnos. "Yo siempre estaré contigo; tu agarras mi mano derecha" (Salmo 72,23)
Del maligno enemigo, defiéndeme, Tú que venciste al demonio en la tentación después del ayuno. Ven en mi ayuda, mira que soy muy débil y caigo a cada paso. Defiéndeme. Y en la hora de mi muerte, llámame. Es la hora de la verdad; acógeme entonces. Y mándame ir a Ti para que por tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
Volver arriba