ALZHEIMER, LA ENFERMEDAD DEL SIGLO XXI

Ayer visité a un antiguo amigo a quien no veía desde hace tres años. No me lo podía creer. A aquel hombre intelectual un poco tímido, pero de mente muy ágil, lo encontré apagado e indeciso, aunque muy amable. Su bondad congénita permanecía inalterable, como un don otorgado de por vida a un largo laborar de un sacerdote bueno. Pero estaba muy enfermo. Padecía Alzheimer, la temida enfermedad del siglo XXI.


Se calcula que en España hay alrededor de setecientos mil casos diagnosticados de este mal. Muchas familias se han adherido a asociaciones que les asisten en auxilio de esta enfermedad. “Tenemos que dar la cara y hacer todo lo posible para normalizar a cuantos sufren las consecuencias de esta plaga. Además quiero y espero que mi experiencia les pueda ayudar a otros”. Así se expresaba la vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer. Es preciso que quienes se encuentran en una situación de este tipo no se encierren en sí mismos.

“¿Qué es lo que queda de mi marido?” – Se pregunta María Ángeles, esposa de un hombre distinguido, piloto de aviación –. Impresiona cómo es posible que un cuerpo tan bien conservado pueda esconder un cerebro tan enfermo, tras seis años de padecer esta dolencia”. Pero a María Ángeles le queda el amor, el cariño profundo hacia este hombre que es bueno y sigue siendo bueno. “Además – nos afirma – parece que ha olvidado todo, y que el único lenguaje que entiende es el del cariño. Tratándolo así es feliz como un bebé a quien atiende su mamá en su pequeñas necesidades”.

Y sí, es posible vivir con paz serena en una familia con un enfermo de Alzheimer, siempre y cuando se pueda recabar ayuda y no se pretenda hacerse demasiado fuerte en el reducto. La dignidad de estos enfermos está en el cariño de quienes los cuidan.

El 31 de marzo del 2005 apareció en televisión Adolfo Suárez Illana, hijo del que fue presidente del Gobierno durante la transición. Anunció públicamente lo que entonces ya se rumoreaba: su padre, el Duque de Suárez, padecía demencia senil o tal vez Alzheimer. Me impresionaron dos frases, producto de una fe acrisolada, que pronunció este hombre joven: “La enfermedad es una bendición de Dios si la sabemos aceptar”. Y razonaba de esta manera: “Él (don Adolfo) ha cuidado muchos años de nosotros, y ahora Dios nos da la oportunidad de cuidar de él”.

De esta manera hemos de enfocar los problemas humanos. La fe no los soluciona, pero nos ayuda a llevarlos con paz y dentro del plan de Dios, que no termina con el tiempo, sino que se prolonga en una eternidad de amor y salvación.

José María Lorenzo Amelibia
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