A veces se mostraba impaciente por la tardanza del correo, portador de una carta deseada . Y llegaba a decir: "Todo se hace tarde a quien desea." Los anhelos de Teresa son ardientes y no sólo se dirigían a la amistad con Dios, sino también con muchas personas. El gozo de este amor humano le produce en sus entrañas dolor, añoranza por la amistad eterna, pero a modo de un estímulo pacífico.
Las cartas para ella son un remedio y puente de la presencia. Mantenía siempre el deseo de una conversación viva, espiritual, personal con aquellas personas con quienes podía hablar de Dios, el gran amor común de todas. A veces había de escribir varias cartas a la misma amistad para recibir una. Y decía más o menos: Contésteme. Yo os escribiría tan a menudo que no os dejase descansar. A veces llegó a mandar a un mensajero ex profeso para remitir una carta de amistad con asunto del todo de Dios.
Para Teresa las cartas fueron un medio grandísimo de llegar a la santificación. A su amiga María de San José llegó a decirle: Tardas tanto en escribir que me pongo triste. Las cartas son para ella siempre un plato exquisito. Las leía con pasión, cuando eran de su tema preferido: amistad mutua en Dios, vida espiritual. En cierta ocasión recibió el correo con un gran paquete de correspondencia. Leyó con gozo una de sus preferidas.
Después, poco antes de terminar, se dio cuenta de que había otra de la misma persona y cuenta: "me dio como si no hubiera visto ninguna antes, de manera que yo me espanté de mí." (O sea se apasionó en extremo.) Las cartas ahondan en su espacio de soledad y hacen más desgarrador el gemido por el amigo ausente. Le cuesta muchísimo verse separada de sus grandes amistades. Su tristeza era inmensa cuando se separaba de sus amigas, pensando que tal vez no volvería a verlas. Y es que siempre deseó amar y ser amada.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: jmla@jet.es
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Ver página web: http://web.jet.es/mistica