CASTIDAD DE HOMBRE CASTO
Crítica Constructiva
| José María Lorenzo Amelibia
CASTIDAD DE HOMBRE CASTO
No pretendo generalizar en este artículo. Sí dar pistas sobre la vida íntima de un sector de hombres que lucharon por mantenerse fieles al compromiso del celibato y siguen fieles al mismo. Quedan fuera de este estudio los sacerdotes secularizados, los que están al margen de la ley celibataria y los que viven su virginidad a tope en una plena sublimación. Entran de lleno una gran mayoría, aquellos para quienes el celibato es una carga más que una liberación.
Este trabajo está hecho con el rigor de la experiencia de doce años vividos en el clero (1958 - 1970). En ellos tuve la suerte de convivir mucho con sacerdotes, como consigno en la nota final primera. Pero nada hay recibido bajo secreto sacramental. Con el fin de que no sea una fría estadística, la narración está un poco personalizada, aunque - por supuesto - no se trata de un sólo individuo. Son muchas las personas reflejadas dentro de este relato, pero todo ello es rea
-"Mis manos tocarán el cuerpo de Cristo. Entregaré mi ser entero al Señor para la salvación de las personas. Me desgastaré hasta la muerte en extender el Evangelio de Jesús. Mi alma se ofrece a El. El será mi único amor. De El me fío. Me ayudará. La renuncia no va a ser renuncia. Habitaré en la casa del Señor todos los días de mi vida.
Abandona el nuevo sacerdote el seminario con una bagaje considerable de entusiasmo e idealismo, y una dosis mayor de inexperiencia. Es un niño grande dispuesto a conquistar el mundo para Cristo. Detrás de aquellos muros benditos quedan las luchas de la adolescencia. Juzgó definitiva la victoria de la pureza. Aprendió a dominar su cuerpo con la ascesis, el amor a la Virgen y a la Eucaristía. Manteniendo sujeta la libido no será difícil el triunfo del afecto humano. Así pensaba.
En las vacaciones estivales le llamaban la atención algunas chicas. Sublimó los deseos legítimos del corazón en aras de sentirse libre de ataduras humanas que le impidieran su total entrega a Dios y a su causa. ¿Lo que otros han conseguido, por qué yo no? Me enamoro de Cristo. En El descansarán todas mis inquietudes y pesares. Nunca me hará traición.
El tiempo pasa. La luz encendida en los primeros fervores queda lejos. Vivir siempre en tensión y vigilancia resulta difícil. Le habla al Señor del Sagrario de sus problemas, pero El nada responde. El templo se encuentra solo; la soledad le abruma. El mundo sigue igual y ningún fruto percibe de su renuncia. ¿Mereció la pena una entrega de por vida?
Una joven le gusta. Impacta su corazón vacío. Pero... hay que romper. Es preciso hacer algo; distraerse como sea. Todo tiempo en tensión tan sólo va a servir para obsesionarse. Libros, cine, televisión, charlas con los compañeros, atender equipos de apostolado, practicar un deporte, dedicarse más a fondo a la pastoral.
Unos ejercicios espirituales sirven para reafirmar la entrega a Dios. La primera victoria de vida consagrada. Primer año de sacerdocio.
Con estas consideraciones y las que en sucesivos días seguirán, podrían nuestros superiores eclesiásticos, poner en tela de juicio la desventurada ley celibataria y cambiarla, o mejor abolirla, a medio plazo. Estúdienla, por favor.
José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/ Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2