CENTRARSE MÁS Y ENDEREZAR

Espiritualidad

CENTRARSE MÁS Y ENDEREZAR

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Centrarnos en Dios

Saber guardar la imaginación, la vista, el oído. Este es un problema para mí importante. La ventana de la disipación está en los sentidos y en la memoria. Ya leía hace tiempo en San Juan de Ávila:

"No es cordura mirar lo que no es lícito desear". Una de las señales de corazón recogido es la mortificación de la vista. ¡Y cuánto cuesta! Si no ponemos freno a la disipación, poco a poco se va haciendo pesado lo de Dios. Ya decía aquel profesor (Goiburu) con tono jocoso: "Vamos a hablar de cosas espirituales, de cosas tristes".

Hemos visto a gente anciana, próxima ya a dar el paso de esta vida a la otra, muy metidos en vicios absurdos: lotería, juego, viejos - verdes, alejados de Dios, a quien de jóvenes sirvieron. Han olvidado las fuentes vivas de su primera conversión. No debemos olvidar nunca el santo temor de Dios.

Le vamos a pedir al Señor sobre todo la humildad. Cavar en la tierra de nuestra propia miseria, hasta que lleguemos a la roca firme que es Dios. Sobre El fundaremos nuestra vida espiritual.

Lo has observado: muchísima gente vive olvidada y alejada de Dios. Sobre todo, en la juventud. Siguen la mentira, la increencia y piensan que ellos saben vivir. "Pasan" de toda trascendencia. Están en el error y piensan que nosotros somos los egoístas. En el fondo nos desprecian. Ser amado de Cristo y ser despreciado por el mundo suelen ir muy frecuentemente unidos. No debemos desanimarnos.

Ya leemos en el Evangelio: quienes son del mundo no prestan oídos a las cosas de Dios. A ver si tú y yo vamos poco a poco haciendo a la inversa: cerrar los oídos a las cosas del mundo. Vamos a procurar tener nuestro corazón reservado en secreto para el dulce Huésped del alma. Allí pasaremos con Él nuestros mejores ratos. Con un libro de espiritualidad bueno, el tiempo transcurre sin darse uno cuenta. Y lo mejor: después se desea cumplir más a la perfección la voluntad de Dios. Enfrascarse en la oración y lectura espiritual bien escogida es, además de un medio de santificación extraordinario, un relax para el espíritu e incluso para el cuerpo.

Si queremos gozar de la oración, hemos de trabajar por adquirir el llamado recogimiento en vida espiritual. Dios desea que oremos para amarnos. ¿Te sueles dar cuenta de esto? Debemos escuchar en la oración la voz de Dios. El nos atraerá como el imán. Antes nos vamos a concentrar en su presencia; esto es muy importante para la toma de contacto con el Padre.

Para enderezar hacia Dios nuestra persona entera es necesaria la renuncia. Y éste es el caballo de batalla, al menos por lo que a mí respecta. Le daré muchas vueltas a todo. Siempre llego a la conclusión: lo necesario de verdad es la renuncia. Es curioso. Vas logrando con mucho esfuerzo desprenderte de cosas adheridas fuerte a tu corazón, pero luego nacen otras y otras más. ¡Dichoso quien llega a conocer a fondo su corazón, para comprobar hasta donde llega el amor propio!

Por eso los santos trataban con tanto amor incluso a quienes les hacían daño, y así lograron desasirse del todo de ese amor propio tan pegadizo.

José María Lorenzo Amelibia  

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