Carta a su santidad Juan Pablo II de la junta coordinadora de Sacerdotes Casados de España

Esta carta fue escrita al Papa, poco después de iniciada la Asociación de Sacerdotes casasods de España. hacia el año 1980, poco después del incicio del pontificado de Juan Pablo II.
Beatísimo Padre: "La Asociación de Sacerdotes Casados de España", cuyos componentes son fieles a nuestra fe y conciencia sacerdotal, deseamos dirigirnos a S.S. por medio el Arzobispo, Presidente de la Conferencia Episcopal Mons. Vicente Enrique Tarancón, para abrirle nuestro corazón en la forma siguiente:


Desde hace varios años nos hemos coordinado un grupo numeroso de sacerdote que un día fuimos reducidos al estado laical, y continuamos manteniendo íntegra nuestra vocación al sacerdocio ministerial, deseando al mismo tiempo ser fieles a nuestro matrimonio en beneficio del Pueblo de Dios.

"En la fidelidad a la propia vocación deben distinguirse los esposos como lo exige la naturaleza indisoluble del matrimonio. En una línea de fidelidad a su propia vocación deben distinguirse los sacerdotes, dado el carácter indeleble que el sacramento del Orden imprime en sus almas".
Este es el motivo por el que desde hace años hemos iniciado contactos permanentes con nuestra jerarquía, a la que nos sentimos vinculados en fraterna unión de caridad y propósitos pastorales. Nuestros comunes deseos van encaminados directa y irreversiblemente al logro de una pronta reintegración en el ejercicio del ministerio sacerdotal del que fuimos desposeídos al obtener la dispensa del celibato, así como de otras obligaciones inherentes al sacerdocio.


Destacamos en descargo de nuestra propia conciencia ante Dios que no fuimos libres al formular la correspondiente dispensa del celibato, pues se nos exigió solicitar simultáneamente la exoneración de toda obligación sacerdotal tan estimada por nosotros.


Un número considerable de nuestros obispos, conocedores de nuestra humana condición y del relevante servicio que prestamos a la iglesia en nuestras respectivas diócesis durante muchos años, se nos ha manifestado solidariamente, en el sentido de estudiar con cariño nuestra problemática, siempre en comunión con la Sede de Pedro.

Estimamos que aún es posible el diálogo abierto y sincero sobre tan preocupante situación, para hallar justa solución que redunde en beneficio del Pueblo de Dios.
Permítanos, Santo Padre, que a título de hijos fieles de la Iglesia, le formulemos unos interrogantes que surgen de lo más profundo del alma:
1.- Quienes poseemos el carácter indeleble del sacerdocio ¿podemos quedar eliminados del ejercicio responsable de tal ministerio, por el hecho de haber recibido otro gran sacramento que nos inserta más profundamente en el cuerpo social de la iglesia?

2.- ¿No se vulnera de esta manera la coherencia dogmática que exige que todo el que recibe un sacramento tenga derecho al uso de su ejercicio, según el criterio común de los teólogos?

3.- Santo Padre, si sus letras pastorales y palabras rezuman un elevado humanismo, ¿no habrá de reconocer con nosotros que, en la hora gravísima por la que el mundo atraviesa, poco habrá de importar que el mensajero del Evangelio sea casado o célibe, con tal de que por unos o por otros sea proclamada la verdad salvadora para el hombre actual?

Nosotros juzgamos positivamente el gran carisma del celibato, pero no como disciplina impuesta desde fuera. Celibato y sacerdocio son dos carismas, no necesariamente vinculados entre sí. (Vaticano II)
4.- ¿No puede resultar extraño y aun escandaloso el hecho de que la Iglesia hable tanto en favor de los hombres marginados en el mundo, mientras mantiene en su mismo seno la marginación de tantos hermanos sacerdotes que, fieles a su propia conciencia y con plena responsabilidad, han escogido el camino del matrimonio no por capricho, sino como digna solución a sus problemas humanos?
5.- ¿Sobre quién ha de recaer la principal responsabilidad histórica de la hora presente cuando nos llame a todos el Señor, a la vista de tan numerosos y graves dramas sacerdotales que se palpan cada día?

Finalmente, Santo Padre, agudo conocedor de la psicología humana, así como de los grandes y graves problemas que afecta a la Iglesia y salvación mundo, sabe perfectamente que el Pueblo de Dios en todas las dimensiones, está suficientemente preparado para no escandalizarse farisaicamente del sacerdote casado, sobre todo teniendo presente las dolorosas lecciones de la Historia de la Iglesia, en cuanto a las incontables defecciones humanas en el ámbito que nos ocupa.
A vista de anteriores consideraciones que hemos expuesto con libertad evangélica y con respeto la Junta Coordinadora de la Asociación de Sacerdotes Casados de España, en nombre propio y de sus compañeros, RUEGA ENCARECIDAMENTE AL SANTO PADRE, POR LAS MISMAS ENTRAÑAS DE CRISTO... SE ABRAN CUANTO ANTES LOS CAUCES PARA LA TOTAL REINTEGRACIÓN DE TANTOS HERMANOS NUESTROS, SACERDOTES SECULARIZADOS, que añoran el ejercicio ministerial, viviendo en silencio su vocación, mientras el mundo nos espera con los brazos abiertos.

Con respeto besan su anillo del Pescador:
Firman los de la junta: José María Lorenzo Amelibia. Francisco Mantecón. Ángel Lozano. José Miguel Fernández. Antonio Fernández Ortega. Dos firmas ilegibles; una de Cuenca y otra de Galicia.

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