Oír música, escuchar buenas canciones serena los espíritus. Siempre se ha creído esto y se ha experimentado como realidad. Ya en el siglo XVIII decían de Felipe V que la voz del italiano Farinelli fue la mejor medicina para el monarca. El rey español era un hombre enfermo de melancolía – depresión diríamos hoy -. También entonces los médicos sabían recomendar el arte como método de curación. A lo largo de muchos años la presencia y la voz de Farinelli dieron al perturbado rey la paz interior que no lograban ni las medicinas ni otros medios naturales.
Hoy se sigue esta misma trayectoria de curar por medio del la música y el baile. Esther Amorós ha fundado en Guipúzcoa un grupo de coreografía muy original. “Yo trabajaba en un banco, y mi compañero Natalio me propuso montar una escuela de danza para discapacitados. Los peculiares bailarines muestran una enorme ilusión y se emocionan a la hora de juntarse”. Ningún tipo de baile se les resiste; lo mismo el tango que el cha – cha – cha. La Universidad organizó un curso de verano con el tema “Las artes escénicas como terapia”. Los asistentes al baile final de los minusválidos subidos en sus sillas de ruedas, estaban ilusionados al contemplar a aquellos danzantes llenos de armonía y vida. Este tipo de baile combina el ejercicio con la musicoterapia, supervisado todo por fisioterapeutas.
Los protagonistas muestran una gran ilusión cuando les llega la hora del ensayo. Esperan con impaciencia a sus maestros, porque se lo pasan muy bien. En aquel ambiente de hermandad periódicamente suelen celebrar meriendas.
Incluso a nivel personal podemos curarnos de muchos males con la afición a la música. Una señora viuda y muy virtuosa me decía que ella, si se encontraba triste, cogía la escoba y pegaba cuatro bailes con ella. De manera parecida aunque muy distinta, a algunos hombres, hoy en los altares, les bastaba cantar por dentro una bella melodía religiosa para llenar su alma de la más serena alegría.
Musicoterapia, aromaterapia, cromoterapia, son recursos, propiamente no medicinales, verdaderas medios de curación y relajación. Hay citas del tiempo de los romanos que confirman estas teorías hoy en boga. Hablan de curar el insomnio, las malas digestiones e incluso la peste por medio de la música y el ritmo. Hoy nos consta que las melodías agradables consiguen disminuir las hormonas estresantes de la sangre. Por algo se dice en nuestro refranero: “Quien canta sus males espanta”.
José María Lorenzo Amelibia
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