Todavía recuerdo un atardecer de octubre de los años cuarenta: mi padre entraba en casa con la bicicleta en la mano muy averiada y la cara llena de sangre. Todos nos asustamos, pero él se echó a reír y dijo: "No es nada; me he arañado un poco con unas zarzas". Y siguió contando muy jovial su caída, como si nada hubiera pasado. Mientras, la madre le limpiaba las heridas con agua oxigenada para acompañarle después al practicante.
Si sabemos desdramatizar y poner un poco de humor a nuestras desgracias, será más saludable el suceso para nosotros y para cuantos nos rodean. Es preciso aprender a reírnos alguna vez de nosotros mismos, de nuestros defectos y manías. Siempre un poco de gracia alivia situaciones enojosas. Pero nunca quien emplea el humor ha de reírse de los demás.
"Ya ves, me decía un amigo de 1,50 metros de estatura, ya ves; no he crecido más". Y aquel amigo se reía y contaba anécdotas graciosas de sí mismo relacionadas con su pequeñez; pero aquel hombre era de una gran talla moral y profesional; muy respetado y querido en su puesto de trabajo por su gran capacidad técnica, cordura y amplitud de corazón. Ridículo no es ser pequeño, sino creerse grande; como el otro que se subía sobre unos tacones de veinte centímetros con el propósito de aparentar.
Para manejar el humor en la vida, por supuesto se necesita destreza y sensibilidad; no puede utilizarse de manera indiscriminada; ¡que puede herir! Ya decía un escritor: "Humor se escribe con "h"; no con "hacha". Siempre quien utiliza el humor ha de tomar partido a favor del débil.
He conocido enfermos que han sabido hacer felices a cuantos les rodeaban. Se daban cuenta de que la salud física no es la salud total; ésta depende de otros muchos factores del ser humano; y puede un paciente que ha de guardar cama, sentirse más feliz que quien anda de copas. Dicen que la salud supone la debilidad; que es como una cualidad de vida que nos da gozo, autonomía y a la vez solidaridad; y estas peculiaridades pueden radicar en un hombre enfermo. ¡Pronto se ha de recuperar!
Busque, sí, el enfermo ser un poco más autónomo; no agarrarse siempre a la enfermedad como un pretexto para su capricho; y mire por que la carga de su propia enfermedad sea menos pesada para cuantos le atienden. La alegría serena es el premio de desdramatizar situaciones.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: jmla@jet.es
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Ver página web: http://web.jet.es/mistica