Cuando vamos por la calle o por el campo es fácil elevarse a Dios a través de las cosas creadas. Pero hay a veces algo que parece nos cautiva con relación a Dios. ¿No te suele suceder a ti con algunas palabras o imágenes? La palabra ciervo es algo que siempre nos sugiere en la vida espiritual. Siempre recordaré la imagen que nos presenta San Francisco de Sales en su libro "Tratado del amor de Dios": Imaginarse en una jauría que sigue a un ciervo.
El pobre animal encuentra por suerte una laguna. Se lanza a las aguas con fuerza, con angustia, con todo su instinto. Allí se encuentra libre de sus perseguidores, allí apacigua su sed, allí se refresca a sus anchas y relaja sus músculos. Lo mismo nos ocurre. Nuestra alma ansía la fuente inagotables del Único Bien. Se ve perseguida por mil pensamientos, tentaciones, distracciones, estímulos. El fin de la vida será echarse en el lago maravilloso de la divinidad para allí permanecer siempre en esa frescura de su amor.
Pero también en esta vida encontramos en solaz inmenso en lagunas de agua tibia en la oración íntima con Dios, al calor del sagrario. Cada vez espero con mayor ilusión los ratos de oración y lectura espiritual. Son como el alimento del alma. Ahí se sacia un poco el hambre de Dios.
José María Lorenzo
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