ENFERMEDADES SUTILES

Hace años nadie hubiera calificado de enfermedades los miedos, las carencias, las incertidumbres, y sin embargo, hoy los consultorios de psicólogos y psiquiatras están llenos de pacientes afectados por dolencias de este tipo. Todos hemos experimentado a lo largo de la vidas estos síntomas y nos hemos arreglado como hemos podido para superar estados de relativa postración.


El terrorismo y la violencia doméstica, el “mobbing” en el trabajo, la marginación... ¡cuánto hacen sufrir! Y es necesario aprender a superar estos conflictos que a veces degeneran en estados de ansiedad o depresión reactiva.
En tiempos de democracia aflora con mayor facilidad un considerable número de personas que, a causa de malos tratos en su infancia, excesiva represión o ambiente hostil se convierten en verdadero azote de compañeros e incluso de amigos y familiares. Utilizan la fuerza física o psíquica contra sus semejantes con el propósito de herirles, abusar de ellos, humillarlos...

Normalmente no cogen un cuchillo ni una pistola para eliminar a su víctima, pero tratan conscientemente de causarles daño. A veces son agresiones de guante blanco, pero de corazón negro. Son muy peligrosos cuando tratan de sacar beneficio personal o alcanzar una satisfacción morbosa.

Pero no conviene vivir con el corazón encogido ante estos sujetos. La mayoría de las personas somos gente responsable y generosa. Por eso lo normal es que regresemos a nuestro hogar vivos y sin traumas de este tipo. Mas el peligro existe. Por eso se constata una mayor vulnerabilidad en nuestro entorno. Y el temor es una enfermedad muy sutil. Llena de ansiedad a hombres y mujeres constatar que nos quieren mal, nos marginan o se ríen de nosotros. Un sentimiento que vemos ya en los niños más pequeños.
Valoramos mucho la vida y tememos perderla o que nos resulte inoperante o desgraciada. Con frecuencia vivimos en un “¡ay!” continuo como incapaces de controlar nuestra existencia. Y es preciso saber reaccionar.
Ante todo se impone hablar, comentar con alguien nuestros problemas, compartir nuestros proyectos e ilusiones. Así lo recomiendan los psicólogos. Disimular, reprimir o tratar de ignorar nuestras emociones para mantener una postura social “correcta” es a medio o largo plazo perjudicial y puede desembocar en depresión profunda. El cardiólogo Valentín Fuster elogia los efectos saludables de la comunicación interpersonal para las arterias coronarias y para el mismo corazón.

La vida espiritual bien llevada también ayuda muchísimo en este equilibrio psicofísico. Los ideales firmes, la relación con Dios, el amor, la solidaridad, la armonía entre las personas son medicinas preventivas muy eficaces contra enfermedades sutiles de nuestro tiempo.


José María Lorenzo Amelibia

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