LA FAMILIA ESTÁ ENFERMA

El modelo de familia tradicional está en crisis. Ese lugar donde el amor hace magia decae. La familia está enferma, y hemos de hacer algo para sanarla. Muchos comienzan a hablar más de hogar que de familia. Y aparecen nuevos modelos a los que llaman familias uniparentales, parejas de hecho, "matrimonio" de homosexaules. ¿Podremos hacer algo para sanar la institución, la sociedad más antigua, desde los tiempos prehistóricos?



El divorcio es una de las causas que más está contribuyendo a esta crisis. Desde que en el año 1981 se aprobó la ley, pasan de dos millones las rupturas en España. Últimamente se acercan a cien mil las definitivas que cada año sufrimos en nuestra nación. Uno de cada tres enlaces termina en divorcio. Casi podíamos decir que el ciclo afectivo consta de tres partes: soltería, matrimonio, separación. Y el problema tiende a ir aumentando.

La tradicional familia cristiana ha desaparecido en unas proporciones gigantescas. Aquello de rezar el Rosario, bendecir la mesa, juntarse "a pelar maíz" después de cenar está desapareciendo tanto del ambiente urbano como del rural. Y junto a la pérdida del modelo familiar de siempre, desaparecen muchas virtudes tradicionales anejas a nuestros hogares, como la hospitalidad, el respeto pleno al paterfamilias, la santa madre de nuestros tiempos ancestrales. El número de hijos es mucho menor, y sin embargo la adopción de nuevos vástagos nacidos en regiones remotas está tomando grandes proporciones.

Es necesario meditar a menudo lo grande que es la familia cristiana. Darnos cuenta de que Dios nos creó a los casados para ser padres de nuestros hijos, para amarlos, educarlos, vivir el mayor tiempo junto a ellos. Cuando la pareja trabaja fuera de casa, es necesario aprovechar las últimas horas del día y el fin de semana para dialogar, jugar, estar con los niños, ajenos a mil gaitas que se nos pueden antojar. Vivir juntos los acontecimientos, unidos como una piña; también los sucesos de cada día: las lecciones de los niños, las notas, los cumpleaños, los juegos... Juntaos para ver fotos, trabajos infantiles, incluso vídeos y casetes.

Tomaos tiempo para dialogar, para escuchar y hablar que es lo mismo, para comunicaros. La comunicación acrecienta la confianza y aumenta la unión de todos. También es necesario divertirse en familia; el entretenimiento, el humor y la risa renuevan el cuerpo y el alma. Y rezad juntos algo. No se trata de largas oraciones rutinarias, sino hechas siempre con atención. Si es difícil el Rosario entero, al menos un misterio despacio y motivado. Inventad también pequeñas oraciones espontáneas. Yo no sé si será suficiente esto para la sanación de la crisis familiar, pero si lo practicamos, si tenemos esta ilusión, algo irá mejorando. Más vale encender una cerilla que lamentarse de las tinieblas.


José María Lorenzo Amelibia
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