Gozo en las cosas de Dios, debiera ser normal en nosotros


Las cosas de Dios hastían sólo cuando no las tenemos. La gente mundana se aburre terriblemente con la espiritualidad. Por eso hasta dejan la Misa muchas veces. Cuando las tenemos, cada vez nos entusiasman más.

Merece la pena afianzarse en ellas. Romper la primera cáscara amarga.
El trabajo, sí, es duro. Pero Dios te premia incluso en esta vida. Y no me refiero tan sólo a los dones extraordinarios de algunas almas más santas. Me fijo en la paz grande, en ese gozo sencillo de la tranquilidad de la conciencia que reposa en el Señor.

Yo he desempolvado muchos libros que leía en mi juventud. Después durante años me parecieron caducos, anticuados. Hoy los veo como clásicos y he vuelto a nutrirme de aquellas fuentes de vida que tanto bien me hicieron. El fervor se mantiene a través de la lectura espiritual. Desde que abandoné casi del todo las novelas y obras meramente literarias y dediqué parte de mi tiempo libre a la espiritualidad.

Antes solía decir: "Hoy no he leído nada, tiempo perdido". Ahora cambio la frase: "Hoy sin lectura espiritual o sin oración personal generosa, día perdido." ¿Te das cuenta? Solo con pensar que junto con la gracia se nos ha dado el Espíritu, dulce Huésped del alma, se nos llena el corazón de consuelo aun en medio de las pruebas o dificultades. ¡El que nos impulsa a llamar a Dios Padre y a vivir dentro de ese amor! Jesús nos ha enviado su Espíritu para que podamos gozar de su alegre visita y sus consuelos, de su misma fortaleza dentro de nuestra pequeñez, de sus luces y de su amor. ¿Por qué algunas veces no lo pensaremos a fondo y así disipar toda sombra de tristeza?

No; no podemos contentarnos con llevar una vida cualquiera; que si Dios no nos adoptó sino para que procuremos llevar siempre esta vida de hijos suyos en fe y en amor.

Ver página web http://personales.jet.es/mistica
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