Pienso mucho en Jesús Eucaristía; es para muchos cristianos como el motivo, la línea matriz, el enfoque de toda su vida interior. Veo a Jesús Sacramentado todo lo contrario de los reyes y las altas dignidades humanas: ellos gustan de ataviarse con ornatos que los distingan de los demás ciudadanos. Son distintos y superiores.
Y ¿por qué no decirlo? Lo vemos normal; los hemos conocido así de siempre. Se trata de unos disfraces admitidos que, sobre todo a los más débiles e incultos, les llenan de admiración, respeto e incluso veneración.
De qué manera tan sustancialmente contraria se reviste Jesús en la Eucaristía. Él, Creador de Cielos y Tierra, Redentor, y que vendrá a juzgar a vivos y muertos al final de los siglos, está cubierto con la levedad de los accidentes de pan y vino, lo más sencillo. Ni siquiera lleva figura humana ¡y es Dios! Así es nuestra fe, total, sin fisuras.
Pero ahora viene a mi mente como cristiano un reproche, una incongruencia por parte de nosotros, los hijos de la luz, los amantes de la Eucaristía. Veo con pena y con cierta rabia, que, después de haber conseguido algunos papas anteriores que los cardenales y obispos prescindieran de la cauda magna, vuelve de nuevo a introducirse esta práctica entre algunos jerarcas nuestros. Los hemos visto reiteradamente aparecer en internet sintiendo vergüenza ajena y bochorno propio.
Hoy debieran cada día más acercarse a la simplicidad eucarística nuestros jerarcas: ir dejando poco a poco en desuso tanto capisayo, colorín y báculo, tanta mitra, solideo y pectoral. Ojalá llegaran pronto a ser mero símbolo, como el cetro y la corona en los reyes.
Sólo haría una excepción: cierto ornato distinto a lo habitual precisamente en las celebraciones litúrgicas, como símbolo de trascendencia. Y también con una gran modestia y sobriedad. Me parece excesivo querer prolongar esa simbología a lo ordinario de la vida, a los actos civiles, en que el clérigo, el jerarca que todavía han de ostentar su rango desde que amanece hasta pasado el crepúsculo.
Es cierto que hemos avanzado mucho en este terreno. Pero por detrás nos siguen los de la añoranza de tiempos pasados, los poco maduros, los que todavía necesitan ver a los ministros de Dios como algo fuera de lo común. Y desean que se note sus distinción en todo momento. Todo lo contrario de lo que vemos en Jesús Eucaristía.
Todavía estos añorantes no se dan cuenta de que su actitud produce risa a los cultos no creyente y compasión y lástima a quienes creemos, pero vemos con claridad que Jesús en el Evangelio actuó de manera muy distinta a los colorines y fuegos de artificio.
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José María Lorenzo Amelibia
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