Jesús, el Resucitado,
eres el Salvador de toda la vida.
Nosotros querríamos
mantenernos siempre cerca de Ti.
Haz que nunca te abandonemos
al borde del camino.
Y que cuando descubramos nuestras fragilidades,
aparezcan en nosotros recursos escondidos,
una fuente interior, un impulso que viene de Ti.
Tú, el Dios vivo, por el espíritu de la alabanza,
nos sacas de nosotros mismos
y de nuestras indecisiones.
A nosotros, los pobres de Cristo,
nos has confiado un misterio de esperanza
y nos concedes transmitirlo,
ante todo, por medio de nuestras vidas...
Soplo del amor de Cristo, Espíritu Santo,
Tú depositas en cada uno la fe
que es como un impulso de confianza
vuelto a tomar mil veces
en el curso de nuestra vida...
Hno. Roger de Teizé