Llevar la comunión a los enfermos

Me decía un amigo seglar: "Tengo la suerte de llevar la comunión los domingos a un caserío distante de la parroquia dos kilómetros y medio. Marcho a pie. No te puedes hacer idea la alegría que me da. Jesucristo conmigo. ¡Y para ser alimento de un hermano que hace tiempo no pude salir de casa!"
Bendita iniciativa pastoral, la de permitir a personas seglares bien elegidas ser verdaderos ángeles de los enfermos, portadores del mismo Jesucristo. Me alegraría mucho que ninguno de estos buenos samaritanos se acostumbrara a oficio tan santo. Que a todos les suceda como a mi amigo: caminar con gozo en la mejor de las compañías. Cada paso, una jaculatoria. Y todo el trayecto, la mejor oración. Y llevar en los labios la palabra divina escuchada en la misa para consuelo del enfermo.
Este mensajero de la comunidad orante hace posible la unión física y espiritual de los impedidos con el resto de los fieles que han acudido al templo para adorar a Dios y manifestar públicamente su fe. ¡Qué fuerza va a recibir el aquejado por el dolor cuando, después de escuchar la Palabra, comulgue con el Cuerpo y la Sangre de Jesús!
Conviene que la recepción de la Eucaristía se practique sin prisas, dando ocasión a la verdadera piedad. Es bueno servirse de algún libro con lecturas apropiadas. Meditar durante unos minutos junto al enfermo y algunos familiares acompañantes. ¡Tarea gozosa! ¡Felicidad en el día del Señor!
Escribía así uno de estos ministros extraordinarios de la Eucaristía en la provincia de León: "Seis hombres, de dos en dos, somos enviados por la comunidad al terminar la Misa del Domingo. Y llevamos la comunión a los miembros que no han podido hacerse presentes para compartir la experiencia de fe. Los enfermos, unos veinte, nos están aguardando. Experimentamos la grandeza del acto, y sentimos la satisfacción de haber vivido algo maravilloso que nos supera."
Algunos pacientes no se han enterado todavía de esta posibilidad de recibir al Señor en su casa. Temen, dada la escasez de sacerdotes, que van a dificutar otras actividades del cura de su parroquia. Pero no es así. Esta facilidad que nos brinda nuestra Madre Iglesia hemos de aprovecharla.
Cuando necesites confesión, ya acudirá el sacerdote. Mientras tanto, no dejes de comulgar los domingos.
En el día del Señor sois los grandes protagonistas Cristo y tú. Verás cómo gracias a estos ángeles de los enfermos, vas a tener desde ahora más fuerza durante toda la semana.
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