Me presentaron a Mariano hace dos años. Era un hombre muy relacionado con el mundo de los enfermos y sabía mucho del dolor humano. Conversamos largamente sobre el tema, dada nuestra ilusión común. En un momento de la charla sacó de la cartera un papel plastificado y comenzó con unos versos de Martín Descalzo. Me dijo si me agradaría leerlos y comentarlos juntos después. Me gustó la idea y caló el soneto en mi alma. Después lo copié para mí:
"Nunca podrás, dolor, acorralarme".
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto, secar mi lengua, amordazar mi canto, sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme, destruir los castillos que levanto, ungir todas mis horas con tu espanto, pero nunca podrás acobardarme.
Puedo amar en el potro la tortura. Puedo reír cosido con tus lanzas. Puedo ver en la oscura noche oscura. Llego dolor a donde tú no alcanzas. Yo decido mi sangre y su espesura. Yo soy el dueño de mis esperanzas.
Lo analizamos largamente el nuevo amigo y yo. Veíamos que hay mucha gente fatalista. Hablan del destino de ciertas personas a quienes persigue la desgracia. A éstas el dolor las acorrala.
Existe otro tipo de seres humanos con una gran sabiduría popular. Mantienen el optimismo frente a las dificultades y se consuelan con frases como: "No hay mal que por bien no venga".
Nos parece bueno reaccionar de esta manera; con valentía. Sin que se amilane nuestro ser por grandes que sean las pruebas. Sí: luchar hasta el final; sin dejarse vencer. Hemos de conseguir que estos sentimientos fragüen en nuestro interior hasta el subconsciente. Y cuando llegue el momento aflorarán en nosotros con una fuerza irresistible.
Pero aún deseábamos más mi amigo y yo: queríamos vencer el dolor con Cristo. Decir lo del poeta: "Yo soy dueño de mis esperanzas." Y si después de luchar, al fin hemos de inclinar la cabeza ante la muerte, esto para nosotros no será un acto de cobardía, sino de adoración total a Dios, el único dueño de nuestra vida, el que nos aguarda para hacernos por siempre felices con El.
Hasta aquí llegamos con nuestra reflexión a propósito del soneto de Martín Descalzo. Ojalá te sirva para algo en el futuro o en el presente. Tal vez lo puedas comentar con un enfermo con dificultades para leer.
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