Llevo muchos años participando como fiel en misas dominicales. Nunca, o en contadísimas ocasiones, he oído hablar de la gloria de Dios, de la confesión, del infierno o purgatorio, de la Justicia de Dios, de las disposiciones para comulgar, de la gracia santificante, de la pureza... Muy poco o casi nunca se habla de la mortificación, de la vida de oración.
Y esta enumeración no es exhaustiva. Por otra parte va entrando poco a poco la costumbre de "celebrar funerales en honor a", en vez de "en sufragio de". Asimismo muchos sacerdotes dan por supuesto que el finado ya está gozando de Dios y hemos de encomendarnos a él. Pienso que el obispo ha de insistir una y mil veces a sus sacerdotes que traten a lo largo del año estos temas dogmáticos y eviten expresiones nada conformes con el dogma en los funerales.
En general los temas de predicación de nuestros curas son aburridos, con falta de convicción íntima. Creo que resultan así porque el celebrante habla de memoria, no desde su experiencia de fe. De vez en cuando se oye alguna homilía buena y que cala en el alma. ¡Más vida interior! Es hora de que el obispo tome como tema prioritario la santidad de sus sacerdotes. Algunos prelados ya lo hacen y en esas diócesis comienzan a notarse los frutos.
Jesús decía a Santiago: "El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor". Por eso agradezco al Señor si tenemos obispos servidores y serviciales. Y los hay. Obispos a quienes jamás se les subirá la mitra a la cabeza. "Me indignus servus tuus", decía el obispo en su oración de la Misa, cuando se celebraba en latín.
Que seas, Señor Obispo, este servidor sencillo en quien confían sus curas y seas el gran animador de la diócesis a la santidad de los sacerdotes. Pido al Señor por usted:
José María Lorenzo Amelibia
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