No sé si recordarás al detalle los años de nuestra formación: nos insistían mucho en la necesidad de la mortificación para formar el carácter, la voluntad y para vivir más a tope nuestra vida interior. Entonces costaba menos el pequeño sacrificio. Ahora tal vez nos cuesta más. Sobre todo si, como yo, hemos vivido una larga temporada con descuido este detalle tan importante para la vida interior.
Y es necesario de todo punto. No sólo el sacrificio del cumplimiento del deber, no sólo la aceptación de los que Dios nos envía, sino también otros de propia elección. Yo estoy convencido de que muchas gracias actuales no nos estimulan por falta de sacrificio voluntario. En "La subida al Monte Carmelo", San Juan de la Cruz siempre está dando vueltas a la misma idea: la renuncia, el desapego, el desprendimiento, la abnegación. De mil maneras vuelve en todo momento a la idea del vaciamiento interior. Es algo digno de nuestro convencimiento y práctica. Nuestra vida cambiará si lo asimilamos.
Cada vez me convenzo más de la necesidad de asumir con generosidad el dolor y buscar mortificaciones voluntarias. Morir para vivir. Si no seguimos a Cristo hasta el sepulcro, no podemos pretender seguirle en la Resurrección.
El P. Nieto (creo que ya lo habrás oído alguna vez) solía recomendar a sus seminaristas no buscar nunca un placer. Nos parece esto exagerado, pero creo que por ahí va la cosa de "niéguese a sí mismo". Hemos de discurrir mil detalles para poder sacrificarnos en nuestras potencias interiores: curiosidad, cambiar el pensamiento cuando recordamos faenas que nos han hecho, ver sin mirar o fisgar, quitar suavemente imaginaciones vanas. El mundo interior es un campo grande de ejercicio penitencial
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: jmla@jet.es
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Ver página web: http://web.jet.es/mistica