San Dunstán de Canterbury, abad y obispo
* c. 909 †: 988 Canterbury (Reino Unido) Memoria, 19 de mayo
Resumen: En Canterbury, en Inglaterra, san Dunstán, obispo, quien, como abad de Glastonbury, restauró y propagó la vida monástica. Fue promovido a la sede episcopal de Worcester, luego a la de Londres y, finalmente, a la de Canterbury, trabajando siempre en todas ellas para promover la concordia de los monjes y de las monjas prescrita en las reglas.
patronazgo: patrono de los armeros, herreros, orfebres, cerrajeros y músicos.
San Dunstán, el más famoso de los santos anglosajones, nació hacia el año 910, en las cercanías de Glastonbury, en el seno de una noble familia muy relacionada con la casa reinante.
Estudió las primeras letras en Glastonbury, bajo la dirección de profesores irlandeses. Después fue enviado a la corte del rey Athelstan, cuando era todavía un niño. Debido a su apego por el estudio, algunos envidiosos le acusaron de que practicaba la magia y consiguieron que fuese expulsado de la corte; no contentos con ello, sus enemigos le hicieron caer en un pantano cuando salía de la ciudad.
El santo se refugió en casa de su tío, san Alfegio el Calvo, obispo de Winchester. Para entonces ya había recibido la tonsura y su tío le exhortó a abrazar la vida religiosa. Dunstán se resistió durante algún tiempo; pero, en cuanto sanó de una enfermedad de la piel que él había confundido con la lepra, tomó el hábito religioso y fue ordenado sacerdote por su santo tío.
Dunstán se dirigió entonces a Glastonbury, donde se construyó una celda junto a la iglesia; ahí se consagró a la oración, el estudio y al trabajo manual. Este último consistía en la fabricación de campanas, vasos sagrados para la iglesia y en la copia de libros y miniaturas. Dunstán era también muy buen músico y tocaba el arpa.
El rey nombró a san Dunstán abad de Glastonbury, no sin haber oído antes las quejas de los enemigos del santo. Dicho nombramiento inauguró una época de renovación de la vida monástica en Inglaterra. El nuevo abad emprendió al punto la reconstrucción de muchos monasterios y de la iglesia de San Pedro. Introdujo algunos monjes entre los clérigos que residían ahí y consiguió así que mejorase la disciplina religiosa, sin grandes dificultades. Además, convirtió la abadía en un gran centro del saber.
El nuevo monarca hizo de san Dunstán su principal consejero. El santo inició entonces una política vigorosa e intuitiva, en la que había de insistir toda la vida; sus tres grandes principios eran: la reforma de las costumbres, la propagación de la observancia regular para contrarrestar la negligencia del clero secular y la unificación del país, mediante la paz con los daneses.
San Dunstán llegó a ser el jefe de un movimiento muy popular en el centro y el norte de Inglaterra.
Obispo Worcester y después la de Londres
El nuevo monarca llamó inmediatamente a san Dunstán y le confió primero la sede de Worcester y después la de Londres.
San Dunstán se dedicó entonces a restablecer enérgicamente la disciplina eclesiástica. Cuando el clero secular se mostraba recalcitrante, san Dunstán lo sustituía por el clero regular. Igualmente hizo entrar por el buen camino a los seglares que desempeñaban puestos de responsabilidad, pues no se detenía en consideraciones de respeto humano. Cuando el rey Edgardo cometió un crimen atroz, el santo arzobispo le sometió a una penitencia larga y humillante.
Después de varios años se retiró a Canterbury y abandonó totalmente los asuntos temporales. El recuerdo del santo arzobispo permaneció vivo en la memoria de su grey; muchos años después, los niños pronunciaban todavía el nombre del "buen Padre Dunstán" para librarse de los salvajes castigos corporales que se acostumbraban en aquella época.
El día de la Ascensión del año 988, San Dunstán, que estaba ya muy enfermo, celebró la misa y predicó tres veces a su grey para anunciarle su próxima muerte. Por la tarde, fue a la catedral y escogió el sitio de su sepultura. Dos días después, murió apaciblemente. fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler.
José María Lorenzo Amelibia
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