Obispos sed santos como

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

* Marianella (Nápoles) 1696 + Pagani 1 a agosto 1797


Fue el primogénito de una familia numerosa. Sus padres, pertenecientes a la nobleza de Nápoles, le dieron una formación privilegiada en lo humano y religioso. Estudió la carrera de Derecho. Perdió su único juicio en que la sentencia estaba dada antes de celebrarse el juicio. Dijo entonces estas memorables palabras: "Mundo, te he conocido. Adiós, tribunales!". Al comprobar la mezquindad de la justicia humana no quiso continuar esta profesión. Compuso un código deontológico para el abogado cristiano.

Alfonso pasaba largo tiempo de oración ante el Santísimo en el Hospital de los Incurables. En aquellos días no quiso acompañar a su padre para celebrar el cumpleaños de la Emperatriz de Austria. Decidió quedarse en el hospital a atendiendo a los enfermos. Entonces escuchó una voz interior que le decía: "Alfonso, deja el mundo y entrégate a mí". Aquella voz se repitió. Dejó su espada de caballero en el altar de la Iglesia de la Merced, se despojó de la toga y de la primogenitura y se entregó del todo al Señor. Su padre se oponía, pero ingresó en el seminario. A los 30 años era sacerdote.

Desde el primer momento se entregó a todos con celo. Su primera elocuencia era la humildad, el recogimiento. En nada apreciaba sus orígenes de nobleza; esto confundía a los de alta alcurnia. Anunciaba el Evangelio desde su experiencia de fe. Consideraba en nada la elocuencia meramente retórica. Decían que su predicación tenía sabor a maná; alimento sano para sabios e ignorantes. Su estilo subyugaba a los pobres y encantaba también a los intelectuales. Gente vil llegó a convertirse en alma extraordinaria y de vida interior. ¡Algo manaba de su boca encendida por el Espíritu Santo a veces llegaba a reunir a la gente, a la caída del sol, en la misma plaza. Pronto creaba comunidad. Durante su vida llegó a crear hasta setenta y cinco capillas; en ellas descubrió que todos están llamados a la santidad. ¡Y pensar que el ambiente de entonces era jansenista!

Para sentirse más libre dejó la casa paterna y se hospedaba en el colegio de los Chinos. Por aquellos tiempos se obligó con voto a no perder el tiempo. El celo de la casa del Señor lo devoraba de tal manera que llegó a caer enfermo. Entonces le obligaron a descansar, pero él no era hombre para el descanso. En aquellos tiempos, después de mucho pensarlo, orar y consultar fundó una congregación para predicar el Evangelio a los pobres. Se reunió en oración con sus primeros compañeros y de la manera más sencilla nació la Congregación del Santísimo Redentor, a sus 36 años. Así nacieron los redentoristas, los misioneros populares sobre todo de los campesinos y de los pobres. El mundo de los abandonados era el mundo de Alfonso.


José María Lorenzo Amelibia

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