Hoy está de moda nutrirse bien: los productos han de ser de la mayor pureza, ecológicos, naturales. Hay personas que se pasan. Recorren kilómetros para buscar alimentos del todo sanos, y gastan en ellos a veces más del doble de lo normal.
Leía en una revista que la actriz Julia Roberts bebe varios litros de leche de soja. ¡Debe de irle muy bien! La cantante Jénifer López se hace las tortillas solo con claras de huevo. Y un famoso modisto llega a beber cuarenta y ocho zumos de naranja cada día.
La doctora Zamarón, especialista en dietética, nos alerta sobre una preocupación de la sociedad actual que en muchos casos se convierte en obsesión: el consumo exclusivo de alimentos sanos y puros. Llega a veces esta manía a enfermedad mental: la ortorexia, o culto obsesivo a la comida sana. Puede ser tan peligrosa como la anorexia. Mientras en este trastorno el problema radica en la cantidad de comida, en la ortorexia es la calidad la gran preocupación. ¡Una nueva adicción! Las personas afectadas por esta dolencia procuran no comer en restaurantes por el temor de que lo allí servido sea poco puro. Al prescindir de algo tan elemental como la carne y los huevos, surgen carencias nutricionales, y la salud se resiente. ¡Todo lo contrario de lo pretendido por ellos!
Es preciso acudir al médico para “desintoxicarse” de la manía de no querer “intoxicarse”. El doctor Armengou, director del centro de tratamiento de anorexia y bulimia en Barcelona, trata de sanar a estos enfermos y educarlos en los hábitos de consumo y en el desarrollo de la personalidad.
Y esto último es preciso fomentar hoy más que nunca, la personalidad. Es decir, llegar a una madurez psicofísica equilibrada, sin pasarse en un aspecto y no llegar a otros, proponiendo al sujeto ideales altos.
Es triste, la gente joven que aspira a puestos e trabajo de interés, sufre muchísima presión sobre todo en su desarrollo físico: se les exige presentar buena imagen, ser esbeltos, vestir bien, elegancia exterior. Todo esto no está mal, a condición de no exagerar. Pero no hemos de olvidar lo más importante de la personalidad: la formación moral, los altos ideales, renunciar al egoísmo para poder ser más útil a los demás.
Cuantos hemos sido educados en valores trascendentes nos dolemos hoy al constatar este tipo de enfermedades tan baladíes. Es preciso recordar nuestra dimensión de hijos de Dios y procurar vivir en consecuencia.
José María Lorenzo Amelibia
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