SER EL PRIMERO

Me fui haciendo hombre. Nunca imaginaba en mis años infantiles estas luchas de las personas mayores por conseguir los primeros puestos. ¡Oh el hambre del poder! Nadie lo confiesa a los demás, pero es algo innato en la naturaleza humana. Ser alguien. Ocupar cargos de prestigio. Ser el primero, al menos en algún pequeño sector. Pocos logran renunciar, en aras del Amor, a esta tendencia.


Me entretenía en estos pensamientos sociológicos y abrí luego el Evangelio. Esto leí: "Los postreros serán los primeros y los primeros, postreros." (Mt. 20, 16). Desde entonces fueron cambiando mis valores de acción. Contemplé la vida de Jesús. Nunca buscó dominar a nadie ni ser el primero. Tan sólo servir; ser útil; vivir oculto hasta el tiempo mismo de comenzar la vida pública. Y después, huir cuando quisieron hacerlo rey; sembrar el bien y el amor como signo de su Reino.

No te desanimes. Eres mayor. Te parece mucho el tiempo perdido. Entrégate al Señor con gran intensidad. Vano intento pretender situarse en las cumbres para alcanzar el prestigio o el dinero. ¡Los primeros serán los últimos! La comedia de este mundo pronto desaparece y enseguida es olvidada por quienes la presenciaron.
Tal vez observes ahora cómo gente joven, a quienes viste correr por las calles hace pocos años, han escalado puestos de relumbrón. Nada te importe: busca tú los últimos lugares: aquellos que nadie apetece, pero son útiles para atender a tus hermanos. Entonces profundizarás en el Evangelio, y gustarás dentro de un mar de consuelo algo que Jesús dijo para quienes desean comprenderle: "Si el grano de trigo no cae en el surco, no produce fruto..." Desde la humildad y el servicio silenciosos, construirás el Reino de Dios.

José María Lorenzo Amelibia

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