Muchas mañanas, cuando marcho al trabajo, coincido en una parada con un autobús. Lleva escrito con letras grandes un rótulo que dice: "BIENESTAR SOCIAL".
Si un ajeno ignorase de qué se trata, lo juzgaría como un cartel burlesco.
Nuestro coche en cuestión no tiene asientos. Por la parte trasera lleva adosado un sencillo montacargas donde se colocan las sillas de ruedas con personas ancianas que no pueden valerse por sí mismas. Las suben al autobús, y las trasladan a una residencia de día, donde pasan la jornada. Al anochecer, de nuevo son conducidos al domicilio familiar; junto a sus hijos y nietos.
No he visto sonreír a ninguno de estos ancianos. Todos van con cara triste. ¡Bienestar social! En el sentido de que pueda trabajar la gente joven sin la preocupación de un abuelo desatendido en el hogar.
Es importante en la convivencia disimular, cerrar los ojos, ocultar la realidad de las cosas, cuando éstas resultan desagradables. Inventamos frases bonitas, instituciones humanitarias, ¡lo que sea!, para allanar dentro de lo posible los baches y pliegues incómodos de la vida. Y es algo muy bueno; por supuesto.
Pero ahora pretendemos hacer frente a las situaciones sin caer en el propio engaño. La enfermedad y la decrepitud son realidades ineludibles, por mucho bienestar social que tengamos. En España tres millones de enfermos pasan cada año por los hospitales. Y diez millones sufrimos dolencias más o menos crónicas. No deseamos que nos expliquen el porqué.
Queremos que nos quiten el mal cuanto antes. Se ha debilitado la capacidad de vivir los propios problemas y de nuestros allegados. Por eso hemos inventado lo de "Bienestar Social" y otras cosas tan buenas.
Expresiones como "resignación cristiana", "ofrecimiento a Dios de los propios sufrimientos", se encuentran en crisis. Pero ahí está el Evangelio que no podemos cambiar: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame."
Hemos de vivir con los ojos bien abiertos. Cuando nos llega el dolor, pensar que otros nos han precedido. No por aquello de "mal de muchos consuelo de tontos", sino para aprender a reaccionar como gran número de cristianos buenos. Por el hecho de eludir la realidad, no se solucionan los problemas.
Puesto que hemos de sufrir, me parece lógico prepararnos para esos momentos de la mejor manera. Si decimos espontáneamente como Jesús, "pase de mí este cáliz", y buscamos ayuda en nuestros familiares o en los médicos, que concluyamos también con nuestro Maestro: "no se haga, Señor, mi voluntad, sino la tuya."
Te recomiendo mi página web http://personales.jet.es/mistica
Más de mil artículos del autor sobre enfermos y debilidad en http://opina2000.com