“Un día me sentí indignado en casa por la actitud desafiante, impertinente e injusta de un hijo con relación a nosotros, sus padres. Tuve dominio de mis nervios y le dije al muchacho: “Mañana hablaremos; ahora me voy a dar un paseo”. Le dejé solo en casa y en dos horas de marcha por las calles solitarias de mi ciudad, me relajé, se disipó la hostilidad contra aquel ser a quien quince años antes había engendrado. Al día siguiente pude corregirle con dulzura y firmeza. Mi práctica fue eficaz. Si el día anterior me quedo a discutir con él, le rompo la cara”.
Esto me contaba un amigo a quien la edad y su formación le habían enseñado a luchar contra el estrés y la rivalidad. Sabía muy bien que estas emociones negativas destruyen la salud, endurecen la conciencia y nos llevan al pecado de ira.
Es preciso aprender a luchar contra los sentimientos hostiles. Cuando una persona está dominada por ellos, la tensión muscular y arterial, el ritmo cardiaco y la secreción de cortisol y adrenalina aumentan sin ningún esfuerzo físico. A veces lo notamos simplemente si nos vemos en un atasco de tráfico y vamos a llegar tarde al trabajo, o el jefe se muestra impertinente. Es preciso aprender a relajarse en aquellos momentos, mas esto lleva consigo un entrenamiento.
Un equipo de investigación realizó un estudio singular para demostrar que el resfriado común se sufre con más frecuencia por las personas estresadas. Un grupo de voluntarios se encerró en un hotel para realizar este control: inyectar a todos el virus del resfriado. El resultado fue que los más estresados o disgustados contrajeron casi todos el resfriado; los más tranquilos quedaron inmunes en su mayoría.
La hostilidad llega a taponar las arterias. Conocemos casos de infarto producidos en el momento del enfado. Y más vale prevenir y aprender a dominarse.
La ascética cristiana nos puede ayudar, como a mi amigo que paseando limpió su alma de toda hostilidad.
Dedicar un cuarto de hora diario a la meditación enseña mucho a serenarse. Quince minutos tan sólo ocupados en un tema relacionado con Dios, en una virtud a adquirir...
La serenidad se va adueñando poco a poco de nuestras almas, y dominamos los impulsos de la ira o del estrés con mayor facilidad. “Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”, que nos dice santa Teresa de Jesús
José María Lorenzo Amelibia
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