Hace unos años me pedían del portal "Católicos.org" colaboración de mis artículos y algún libro que deseaban publicar allí. Me hacían un gran honor. Pero mi sorpresa desagradable fue cuando, sabiendo mi condición de sacerdote dispensado por haber recibido el matrimonio, me incluyeron como laico.
Me molestó de verdad, pero no hubo modo de cambiarlo. No se daba cuenta mi generoso editor del canon dogmático de Trento que dice: "... Aquel que es ordenado sacerdote, nunca podrá ser laico".
He reflexionado sobre este particular. A veces he leído que Jesús fue un laico y casi me parecía herejía que lo dijeran, porque Él es el único Sacerdote, el Sumo y Eterno Sacerdote del que participamos todos los demás.
Pero me sigue molestando ahora que me llamen laico e incluso que llamen laicos a todos que no son clérigos. Tiene muy malas connotaciones la palabra laico y laicismo.
En el fondo nos encanta a los humanos jugar con las palabras. Distinguirnos de los demás, ser especiales, no ser del montón, ser los elegidos. Me doy cuenta de que mi afán criticista del poder tanto civil como eclesiástico, viene de que yo jamás he tenido esa prerrogativa - de lo cual ahora me alegro - y que tal vez por eso soy tan crítico. ¿Envidia podrida? Me lo planteo por si acaso.
Pero quiero desinhibirme ahora de todo prejuicio. Y soy consciente de que el poder corrompe, de que Jesús fue sacerdote y seglar, muy apartado de todos aquellos sacerdotes hipócritas que lo llevaron a la cruz; y soy conscoemte de que también hoy dentro del sacerdocio existe esa misma hipocresía; de que, aunque pueda haber en mis juicios una dosis de envidia podrida, pero no me quita la clarividencia para enjuiciar rectamente.
Y por supuesto, si yo hubiera llegado a obispo o cardenal, no tendría esta claridad de juicio, y tal vez la mísera envidia clerical corroería mi interior en grados superiores a los de ahora.
A ver si procuramos todos considerarnos al igual que los demás del todo, sin buscar privilegios, dignidades y distinciones. Pensando aquello que no sé quién inventó: "Homo sum, humani nihil a me alienum puto". = Soy hombre y nada de lo humano juzgo alejado de mí.
Escribí a todos los obispos de España en este sentido hace bastantes años. Recibí quince cartas de ellos preocupados por el problema. Pienso que estamos algo mejor. Porque después hemos conocido casos de hombres encumbrados en el estado clerical salpicados por la pederastia, la corrupción y otros pecados. Y que sigamos mejorando. Para ello, con humildad examinarnos y pedir la gracia de Dios. Que todos somos humanos.
José María Lorenzo Amelibia
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