Sombras hay incluso en el buen matrimonio

"Las personas casadas padecerán dolor en su propia carne" – dice San Pablo – . El matrimonio conlleva tales sombras muy densas. Llegamos a comprender a quienes guiándose por la ley del mínimo esfuerzo renuncian al enlace conyugal y viven su actividad sexual al margen de la institución. Muchas personas que no tienen principios éticos y llegan a prescindir del ambiente que mira con malo ojos las uniones temporales, romperán las coyundas y disfrutarán en liberad de sus instintos.
Creo que el amor total del hombre y la mujer, incluido el pleno amor humano, se encuentra entre los valores trascendentes.


Para vivirlo es preciso mantener el espíritu con ansias de ideal. De lo contrario el matrimonio total apenas tiene razón de ser. Cierto que existen uniones serenas sin exigencia de estos valores. Se trata de personas rutinarias sin grandes luces intelectuales, primitivas.

Durante el noviazgo todo son promesas: uno ha nacido para el otro; parece que la identificación total se va a conseguir el mismo día de los desposorios. Pero la vida es larga. El compartir el techo semanas y años demuestra que la identificación es obra a conseguir a muy largo plazo. Los caminos para alcanzar el ideal pueden ser distintos para ambos; entonces el conflicto y desilusión puede aparecer. Uno anda a remolque respecto al otro. ¡Resulta tan difícil mantener constante la llama de los primeros fervores!

El amor, aquel amor absorbente que hacía vivir en un clima vaporoso, se ha trocado en algo más profundo pero menos excitante. Los días iguales han deshecho un encanto soñado eterno, más en realidad contingente por naturaleza.

¿Supone este fenómeno una merma en el amor? La esposa añora los momentos más dulces de su noviazgo, el embeleso de su hombre. El trabajo diario convierte la existencia en una sucesión monótona de jornadas laborables y preocupaciones familiares. Se distancian los arrebatos de amor. La psicología femenina sufre al sospechar que para su marido ella es "algo" dentro de un "todo". Quisiera que ella fuese el "todo" y las demás cosas, el "algo". No llega a fraguar su ideal de amor. su alma se encoge; el despecho puede anidar en su corazón.

El esposo trata de amoldarse a su compañera, consciente de que el matrimonio y la familia son lo principal. Pero no consigue ensamblar a la perfección todas las esquinas del diario vivir. Sabe que todo ha de integrarlo el amor conyugal, mas no encuentra la metodología. Los negocios, la profesión, las amistades, las aficiones, los parientes próximos, causan en la mujer la triste impresión de que ella no es la primera. Reprocha a su marido; piensa que así lo atraerá más, pero esta conducta puede empeorar la situación. ¿Por qué no se da cuenta de los esfuerzos serios del esposo que busca armonía con buena voluntad?

El varón trató en sus años mozos de encontrar la compañera que rimara con sus ideales religiosos, políticos y espirituales. A través de largas conversaciones y escritos le cautivó una muchacha. Parecía rimar del todo con su sensibilidad religiosa y humana. Había logrado una ideología común con la mujer que iba a ser su esposa. Digo "había logrado", mas la realidad es distinta. no se alcanza en un rato superficial un ensamblamiento ideológico.

El matrimonio es un continuo caminar; obra de muchos años. La tarea de una vida entera. Vivir es evolucionar. Uno de los dos puede desarrollarse en un sentido distinto. Tal vez nunca se logre la identificación completa. Precisamente enriquece a la pareja una serie de matices distintos dentro de una coincidencia esencial. Lo importante es que no sean los conceptos vitales diametralmente opuestos.

José María Lorenzo Amelibia
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