VIVENCIA DE LA FE

Podemos poseer tú y yo a Dios como Huésped de nuestra alma, aun sin conocerlo bastante. Su promesa es independiente de nuestra capacidad intelectual. Lo importante es "experimentarlo". Los santos muy deificados, son felices aun en medio de las pruebas y dolores. Pero aunque abunden los consuelos, las penas que sufren son bastante grandes como para impedirles gozar en la medida en que están santificados. Por eso sería un error ir hacia la santidad buscando no a Dios, sino nuestra propia realización y felicidad.


Así lo intuyo, aunque me halle a mucha distancia de la santidad elemental.
¡Qué razón aquello que tantas veces hemos oído: debemos procurar más que el tener, el SER! Según seamos, así resultará nuestro obrar. Aquello que hemos leído tantas veces en Tissot hemos de hacerlo sustancia propia: sólo seremos felices, si cumplimos la voluntad de Dios. Y en este caso, no desalentarnos en medio de las dificultades de todos los días, ni en las más duras. Nosotros esperaremos en Dios que vendrá en nuestra ayuda. ¿Cómo no? Lo importante es hacer un esfuerzo continuo para cumplir la voluntad de Dios.

Lo demás se nos dará por añadidura, como Jesús mismo lo prometió. En la oración hemos de encontrar a Dios y será la fuerza de nuestra propia voluntad. Ahí encontramos esta experiencia religiosa, de Dios, para vivir en cristiano y "contagiar" a los demás.

Resulta muy bueno para la vida interior practicar algunos días la oración escuchando canto gregoriano. En concreto, a mí me estimula mucho para el fervor el "Adoro te devote" , el "lauda Sion", y en general todos los eucarísticos. Es curioso cómo aquellas oraciones, salmos, melodías de nuestra juventud en el Seminario, que fueron causa de fervores en el primer período de nuestra entrega al Señor, según transcurre el tiempo, retoman un nuevo ímpetu para el alma.


Si por la mañana escucho media hora de repetición de estas dos piezas que te he mencionado, durante todo el día me acompaña su melodía, su letra, todo el elemento de entrega que lleva consigo.
¡Qué bien viene esto para los días de aridez! A veces no sabemos qué hacer, nos aburrimos, corremos peligro de abandonar la oración simplemente por no hallar ningún fervor. Y en nuestras manos puede estar el escuchar cualquier melodía que un día nos impactó. ¿Qué más da hacer la oración de una manera o de otra? Foucould llegó durante muchos meses a practicar su oración por escrito. Una por una no dejarla por la aridez o aburrimiento. Dios merece toda nuestra atención y todo nuestro esfuerzo personal.

José María Lorenzo Amelibia
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