Visitas pastorales de obispos y sus vicarios XVI
Para los Obispos.
| Francisco Macaya
Visitas pastorales de obispos y sus vicarios
XVI
Apuntes de visitas pastorales de un vicario episcopal del aire a los sacerdotes de la Diócesis
Obispos, amad a vuestros scerdotes
3.- A otro amigo después de haber dialogado con él
Querido amigo:
Con la alegría de Jesús resucitado, me uno a tu alegría con estas líneas llenas de ilusión. Que el Señor esté con nosotros.
Emociona la mañana pascual: las piadosas mujeres encontraron el sepulcro vacío; los apóstoles, al saberlo, acuden y vuelven a marcharse. Pero María Magdalena no acepta el sepulcro vacío; no acepta la desaparición de su Señor; merodea por allí. Y obtiene su fruto de fe y amor.
Es emocionante cuando se le aparece Jesús. El diálogo es digno de meditarlo muchas veces. ¿Y cuando la llama por su nombre?
Creo que nosotros hemos sentido más de una vez en la oración, en momentos sueltos de nuestra vida una impresión de este tenor. Cuando menos lo piensas: unas veces "merodeando" junto al sagrario; otras, al explicar algún punto de religión en plática, clase o catequesis. Vale la pena volver de vez en cuando a estos recuerdos: animan a seguir adelante. Yo procuro revivirlos de vez en cuando. Me ayuda en esta ilusión de santidad que procuro vivir.
A la santidad estamos llamados todos. Dios nos da la amistad en la fe para tener un testigo que nos comprende, anima, ve... Es como la complacencia de Dios en nuestras cosas buenas. Me gustaría ser yo para ti y que tú fueras para mí ese testigo. Con el amigo no vamos a tener reparo de mostrar también la riqueza del espíritu. Yo veo en el descubrimiento de la amistad un nuevo camino de perfección. Estoy convencido; a la fuerza ha de producir frutos de gracia y perfección.
En ocasiones también hemos hablado algo de la amistad. En la amistad nuestra hemos de procurar buscar sobre todo en el amigo una ayuda para amar más a Dios, y serle asimismo apoyo a él. Enriquecimiento espiritual mutuo. Este amor nos puede ayudar a sacarnos del atolladero de la mediocridad; en ella se cae fácilmente.
Comprobamos, siguiendo la historia de la espiritualidad, gigantes en el espíritu, gracias a una amistad mutua exigente. Nosotros nos vamos a ayudar en este sentido, ¿verdad? Hemos de ir penetrando en el tesoro de nuestra vida interior: como acostumbraban las personas santas de los tiempos de Teresa de Jesús y de los nuestros. Tal vez hoy exista menos santidad, porque se goza de menos amistad sobrenatural.
Y a ver si, enfrascados en estos deseos pascuales de santidad, logramos una influencia mayor en nuestro ambiente apostólico. Y es que nosotros debemos emplear la vida en hacer algo positivo y constante por Dios. Ser consecuentes con este amor con que Dios nos atrae. Él se ha mostrado grande y generoso comunicándose en nuestra vida. Tenemos que seguirle con más coraje y entrega.
Llevo en mi alma desde hace varios años una gran preocupación por la descristianización de nuestro pueblo. Pienso que en gran parte se debe a los sacerdotes que no viven (o no vivimos) en verdadera entrega y santidad.
Y con ilusión, vamos a seguir adelante. Un abrazo y seguimos en amistad unidos en la oración.
José María Lorenzo Amelibia
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