¿Volverá a nosotros la confesión de los pecados?

Crítica Constructiva

¿Volverá a nosotros la confesión de los pecados?

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Juan Pablo II tenía muchas cosas buenas, de lo contrario ni hubiera sido Papa y menos aún santo. He leído todas las pláticas o cartas de los Jueves Santos de sus 28 años de pontificado, que dirigía a sus sacerdotes de todo el mundo. Son muy majas y dignas de ser meditadas.

Luchó mucho en ellas para que los curas se pusieran al confesonario, y la gente recibiera este sacramento. Pero consiguió muy poco. Cada vez la gente se confiesa menos. Les exhortaba así a los curas: “Donde haya muchas personas que por diversas razones parecen abstenerse totalmente de la confesión, se hace urgente una pastoral del sacramento de la reconciliación, que ayude a los cristianos a redescubrir las exigencias de una verdadera relación con Dios, el sentido del pecado que nos cierra a Dios y a los hermanos, la necesidad de convertirse y de recibir, en la Iglesia, el perdón como un don gratuito del Señor”.

Era muy consciente Juan Pablo de este tremendo déficit. Incluso él mismo se sentaba algunas veces en la basílica de San Pedro a recibir penitentes. Aparecía en fotos y reportajes, pero ¡que si quieres! Nada de nada o muy poco. Seguimos sin ver a los curas en la sede del perdón, ni colas fe fieles que se acercan, como antaño.

 Y les exhortaba de nuevo: Hemos de crear las  “condiciones que ayuden a celebrar mejor el sacramento, superando así los prejuicios, los falsos temores y la rutinas “. Todos decían amén, amén, cuando el Papa hablaba, pero pronto, al olvido. A seguir en la poltrona.

Y Juan Pablo concretaba más: Se “requiere al mismo tiempo que estemos muy disponibles para este ministerio del perdón, dispuestos a dedicarle el tiempo y la atención necesarios, y, diría también, a darle la prioridad sobre otras actividades. De esta manera, los mismos fieles serán la recompensa al esfuerzo que, como el Cura de Ars, les dedicamos”.

Yo marcho a confesarme cada tres meses – muy poco en comparación con la frecuencia semanal de mis años juveniles – y si no voy a un convento de frailes, donde se coloca uno (o a veces dos) desde el comienzo de la Misa hasta después del sermón, he de peregrinar por las sacristías, llamar al timbre, pedir que salga al cura, y lleno de apuro por la molestia que le causo, acusarme de mis pecados.

Hace cincuenta años, cuando yo era clérigo joven, todos los días en los pueblos me ponía en el confesonario media hora antes de Misa, aunque nadie viniera. Los sábados, una hora entera antes del Rosario; y mis pueblos eran diminutos. En las ciudades dedicaban a es ministerio los sacerdotes, muchas horas semanales. Ahora los curas han dejado de ocupar la sede sacramental. Dicen que la gente no acude. Y yo me pregunto, ¿la gente no acude porque los curas no facilitan y exhortan a la confesión, o los curas no hacen caso a este ministerio porque la gente no lo solicita?

Por fortuna, muchos obispos hoy están queriendo hacer resurgir este gran sacramento. Pero no lo consiguen. En una capital del provincia el obispo ha logrado que en una capilla se turnen curas durante todo el día – ocho o diez horas – para  que la gente se confiese. Algo es algo. Ignoro el fruto que se ha conseguido.  Junto a esto, en la predicación de los domingos debiera insistirse en la necesidad de la confesión y en las buenas disposiciones para comulgar.

José María Lorenzo Amelibia                                        

José María Lorenzo Amelibia                                          Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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