Un apodo cariñoso a un niño inteligente

Recordando ilusiones

Un apodo cariñoso a un niño inteligente

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                Niños buenos

                 Sus compañeros le llamaban "Ballesta". Es un apodo cariñoso; a él le gustaba.      Jorge es su nombre de pila.

                 El todo lo mira con seriedad. Él ha analizado el porqué del apodo. En su inteligencia de sabio infantil comprende que le cuadra el apelativo de "Ballesta".

                 En el campo de fútbol: corre hacia atrás; avanza después con ritmo lento hacia delante y, moviendo con parsimonia su pierna, encaja un chut fabuloso a la pelota, lanzándola por los aires a distancias inverosímiles.

Jorge "Ballesta" es único en todo el colegio. Inteligente como un Serafín, sensato cual hombre de cincuenta años, sereno como lago en calma, ensimismado como sabio y científico, fuerte y seguro como ballesta de tiro.

Es sencillo y solemne, callado mas no tímido. Serio, pero alegre. Parece señor de sí mismo.

                 Tan sólo estudia lo que le gusta; lo demás lo deja a un lado con desprecio respetuoso.

                 Todo en él es pura paradoja.

                 Una tarde de invierno observo alegría singular en el grupo de mis alumnos.

                 - Yo he comprado cinco chicles y dos pegatinas.

                 - Yo, cinco piruletas.

- Mira qué sacapuntas más chulo, me ha costado ochenta

pesetas.

                 Algo extraordinario sucedía.

                 Ainhoa, la niña vestida al estilo de Caperucita Roja, me sacó de dudas.

                 - ¿Sabe? Jorge "Ballesta" nos ha repartido a toda la clase monedas de cien. ¡Traía un montón...! A mí me ha regalado tres; por eso estamos tan contentos.

                 Callé ante confesión tan encantadora y extraña. No convenía turbar los ánimos infantiles. Algo extraño sucedía, y yo, el educador de aquel grupo privilegiado, me tenía que enterar.

                 Finalizó la clase.

                 Caía una lluvia mansa sobre el tejado y el patio de recreo. Habíamos encendido las luces, y el sol, sin saludarnos, anunciaba su retirada.

                 Todo era paz y calma aquella tarde de noviembre.

                 -Jorge, -le digo-, ¿puedes quedarte un momento? Me gustaría hablar contigo.

                 -Sí -respondió. Yo no tengo ninguna prisa.

Nos sentamos los dos frente a frente. El me miraba con la vista fija; sereno y tranquilo como aquel atardecer.

                 ¿De dónde has sacado tantas monedas? ¿Cuánto dinero había? ¿Por qué las has repartido entre los compañeros?

                 "Ballesta" tosió ligeramente. Respiró con profundidad. Se quedó unos segundos pensativos. Y respondió después con voz suave y ponderada:

                 -Encima del armario de casa había un bote lleno de dinero menudo. Allí estaba desde hace meses, y pensé en repartirlo entre mis compañeros. No lo conté, supongo que habría unas ochenta monedas. ¿Por qué lo hice? Eso me lo callo. Es un secreto mío.

Le di los consejos oportunos, como cualquier educador lo hubiese hecho, y llamé a la madre. Ella afirmó:

                 -Cuando me devolvían alguna moneda, la echaba al bote. Quería ahorrar para comprar una bici para el chico. El no lo sabía. ¡Qué hijo éste!

                 Recuperamos cuarenta y cinco monedas.

Al menos, una vez en mi vida he contemplado derroche de generosidad.

                 Han transcurrido cuatro años. Hoy "Ballesta" se encuentra en los últimos cursos de Educación General Básica. Sigue entre sus compañeros con fama de sabio distraído. Todos le quieren. A veces le toman el pelo, pero Jorge nunca se enfada.

                 El otro día le pregunté:

                 - ¿Puedes hoy decirme por qué de pequeño repartiste el dinero a todos tus condiscípulos?

                 Guardó nuestro sabio unos instantes de silencio. Miró a mis ojos con inocencia inteligente, y dijo:

                 -Don José María, ese secreto nunca lo revelaré. Con él iré a la tumba.

                 Jorge, "Ballesta", es así: tranquilo, sabio, solemne en su sencillez, y guarda en su interior un secreto que jamás revelará.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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