Esto que decimos de los sacerdotes secularizados tiene aplicación también para los religiosos – monjas o hermanos – que un día abandonaron el coro. Todos participamos en uno u otro grado del sacerdocio de Cristo.
Los sacerdotes – todos, también los secularizados - somos asociados a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Nos convertimos en mediadores entre los hombres y la Divinidad. Nuestro carácter sacerdotal es la fuente de todos nuestros carismas, es como el manantial del que brota una gracia sobrenatural que da fuerza para la vida. "El sacerdote, otro Cristo".
Considerando estas ideas de C. Marmión, somos conscientes de nuestra mediación por el mundo. Esto nos ha de hacer solícitos en la oración constante ante el Señor para ser de verdad mediadores. Aunque el apostolado exterior, el oficial lo tengamos limitado, aquí nadie nos puede poner trabas. Vivir este dogma como los sacerdotes contemplativos: carmelitas, trapenses, cartujos, benedictinos... Y no hemos de dudarlo: como la fuente de nuestros carismas es el carácter sacramental, hemos de descubrir en nuestro que nos dará fuerza sobrenatural para la edificación del Cuerpo Místico de Cristo.
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