Muchas veces pienso: voy a quitar este apego, este otro... Voy a hacer este pequeño sacrificio, este otro.. Y los hago. Pero siempre veo en mí más y más apegos, campo de mortificación más difícil.
Una veces cumplo, otras me dejo llevar de la afición. Si Dios nos diera el espíritu de abnegación como al padre Nieto...
Quisiera llegar a cortar de raíz los apegos, las aficiones de pasatiempo. Como los santos que a nada se adherían sino a Dios. Ante lo demás, la indiferencia ignaciana. Para conseguir esta gracia hemos de pedirle como Nieto al Señor: "dame el don de abnegación."
Cada vez me aburren más cosas que antes me gustaban: espectáculos, novelas, televisión. Va creciendo mi afición en torno a la oración y lectura espiritual. Lo duro es cuando la oración resulta aburrida. Confío en Dios y se lo ofrezco. Y me alegra cumplirlo porque así le demuestro que le amo por El mismo.
Un poco de disciplina
Me parece que una manera buena de acabar la oración, en lugar de hacerlo de repente, como a veces sucede, hacer actos de abandono en la voluntad de Dios, de sumisión, de confianza en El. Y siempre conscientes de que estamos tratando los misterios de Dios con el mismo Dios.
Mucho se me grabó una frase que leí hace tiempo: no tenemos tiempo para hacer oración, pero dejada la entrevista con Dios, luego nos ponemos ha perder el tiempo en cosas de escasa o ninguna importancia. ¡Qué verdad es esto! Así que más vale dedicar a la oración al menos una hora diaria y lo mismo a lectura espiritual. Entonces sí encontraremos tiempo para todo lo importante y lo quitaremos a lo que no merece la pena.