Para ayudar al examen de obispos y superiores de ambos sexos

Y ahora unas preguntas para ayudarles al examen:
¿Qué caso le hago a Jesús en el Sagrario, mi gran Amor?
¿Siempre que entro y salgo de casa voy a saludarle?
¿Le comunico mis inquietudes, mis penas y alegrías?
¿Hablo con Él de mis sacerdotes y de sus problemas?
¿Paso mis grandes ratos con Él?
¿Es Jesús mi recreo en los ratos libres que necesito y disfruto?
Con relación a sus curas, frailes o monjas
¿Los quiero de verdad?
¿Me considero en algún momento por encima de ellos?
¿Trato o miro peor a quien me lleva la contraria?
¿Con los más difíciles me relaciono con especial amor?
¿Consulto problemas de vez en cuando con aquellos que parecen más tímidos, apocados o marginados?
La Iglesia necesita de obispos y superiores religiosos enamorados de Dios. Si un obispo o superior no lo está, su fe es lánguida y, aunque hable muy bien, nunca podrá transmitir ese Amor que se palpa en los que son santos o aspiran a ello. Sé que en los palacios episcopales hay Sagrarios muy visitados, pero también me consta que existen Sagrarios abandonados, olvidados. El mayor delito contra el amor es la indiferencia.
Y para llegar esta profunda vida interior necesitamos una intensa piedad trinitaria – eucarística, y una humildad sincera. Sois igual que los demás hombres aunque tengáis una autoridad jerárquica que habéis de ejercer como un servicio humilde a vuestros hermanos.
José María Lorenzo Amelibia
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