De una carta. El padre Arrupe con corazón

Un día el Padre Ignacio Iglesias S.J., asesor del Prepósito de la Compañía de Jesús, me llamó. Me acerqué a la Curia Generalicia sita en Borgo Santo Spirito 5, a pocos metros de mi domicilio. Me presentó al Padre Arrupe. Los tres hablamos del problema de los profesores jesuitas secularizados. Me adelantó su proyecto ya definido. Era más que una propuesta.



Pocos días después, llegó una escueta carta del Prepósito General. Aseguraba que había dado órdenes de expulsar a exjesuitas secularizados de sus cátedras y de los puestos de enseñanza o gobernanza. Sin embargo, continuaba, los miembros de la Compañía habían quedado en minoría en los órganos rectores de las universidades y colegios. Eso suponía que, aunque por obediencia los miembros jesuitas votaban siempre por la expulsión, sus votos resultaban inoperantes. Fue un efectivo diplomático ardiz de Arrupe para salvar la cara e incumplir los designios del Vaticano. Arrupe hizo que se modificaran los estatutos de las universidades de la Compañía dejando siempre en minoría los miembros jesuitas en los consejos escolares. Naturalmente, los responsables del Vaticano comprendieron la jugada, pero nada legal que oponer. De momento. Porque la Curia romana reservaba para Arrupe desagradables embestidas.



José María Lorenzo Amelibia
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