Los chicos y chicas que andan morreándose por la calle, no tienen ni idea de nada.
Menos aún si se marchan de su casa y se ponen a vivir con su pareja sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo; más bien, por supuesto, al Diablo.
Porque digan lo que digan, el mundo está organizado para crear una familia como es debido. Y el mundo cristiano tiene un sacramento para ello: el matrimonio.
Por eso es necesario convencerse de que hay que tener "coco", es decir, cabeza. Elegir la persona, la media naranja a tu medida: he ahí el problema. Ella será el familiar más familiar, el esposo o la esposa de toda la vida. Merece la pena dedicar tiempo, corazón y cerebro a este problema vital.
¡Y aquí radica la dificultad! A la hora de escoger pueden influir engañosamente la imaginación, el flechazo, la proyección engañosa del propio ideal de vida que transferimos a la otra persona.
Alguna revista católica organizó hace ya muchos años, una especie de agencia matrimonial. Muchas bodas se concertaron con su ayuda, y sus efectos han sido altamente satisfactorios.
Multitud de parejas son hoy familias cristianas excelentes, gracias a que han sabido dominar sus instintos primarios.
No parecen las fiestas la situación más idónea a la hora de encontrar al futuro consorte. A ellas muchos acuden con la careta del convencionalismo; auténtico baile de disfraces, en lo físico y en lo moral. Abundan otras oportunidades de encuentro, sobre todo en las ciudades. Hay que saber elegir:
- Me convencen, por ejemplo, las excursiones organizadas por asociaciones religiosas o culturales de tiempo libre, los deportes en común, cuando se acude a ellos con verdadera ilusión de ejercitarse. La Universidad es también ambiente donde se pude conocer sin trabas artificiosas. Allí aparecen con claridad los valores intelectuales y espirituales.
- Coros de ensayo, teatro, cineclubs... y sobre todo lugares en los que uno va a dar lo mejor de sí mismo: grupos de apostolado, equipos de ONG, catequesis, visitas a enfermos en hospitales, colaboración con centros benéficos... ahí sí podemos ver personas con ideales altruistas y apostólicos.
El chico emprendedor y luchador, serio en su comportamiento y delicado en sus modales, llama la atención de las jóvenes. Pero, por encima de todo, sus convicciones cristianas. Y esto, por supuesto, también vale para las chicas.
Sería muy doloroso y causa de distanciamiento, el no compartir precisamente la concepción religiosa, católica, de la vida. Algunos piensan que harán cambiar a su consorte en este sentido. Se equivocan. Cuando llega el matrimonio se disimula menos, y poco a poco, van apareciendo las convicciones de cada cual.
Y no olvidar que, a la hora de elegir, los argumentos de compasión no valen, o por lo menos, no pueden ser primordiales. Una cosa es ayudar a un necesitado, y otra muy distinta casarse con él por pura piedad. Nadie está obligado a ello. Amor generoso, sí; amor suicida, no.