El demonio y la posesión diabólica

Muchos hoy no creen en el demonio; todo lo quieren interpretar por medios naturales. Sin embargo, aparece clara en la Biblia la figura del padre de la perdición. También es el padre de la mentira. Él nos tienta por nuestra parte más débil. Y con frecuencia "goza" de nuestros consuelos en la oración, porque de esta manera nos va entrando el orgullo de vernos superiores a otros. San Juan de Ávila nos avisa para que mucho consideremos esto y no nos dejemos vencer.


La verdadera honra y dignidad nuestra no consiste en ser consolado en la oración, sino en que Dios nos ame y nos dé su gracia. Nuestros merecimientos vienen sólo de la misericordia de Dios. Dios algunas veces, cuando concede por mucho tiempo a las personas guardarlas dentro de sí, las prueba como a Job para que no sufran la guerra tremenda del demonio.

Yo creo en el demonio, está en el Evangelio. Pero hoy existen muchas personas que, a mi modo de ver, se pasan. Ven por todas las partes posesiones diabólicas, y creo que no ocurren más que en muy raras ocasiones. El padre de las tinieblas no necesita meterse en el interior de una persona para tentarla y ayudarla a caminar por la senda del mal. Creo que para determinar que un ser humano está poseído del demonio hemos de ser muy cautos. Muchas enfermedades mentales tienen cierta semejanza con los posesos. Por otra parte, aplicar un exorcismo nunca debe hacerse sin permiso del obispo, y éste ha de ser muy cauto para concederlo. Pienso que lo mejor sería que solamente el propio obispo ejerciera esta misión.

Algunos exorcistas – clérigos muy buenos, de mucha fe – se han involucrado en tremendos problemas por entrar en este terreno resbaladizo y muy peligroso, con consecuencias imprevisibles. Además recordar aquella frase del Evangelio: “Este género de demonios no se echa sino con la oración y el ayuno”. Por eso, sacrificarse, orar por aquella persona… y que decida el obispo si continúa el problema.
Y, volviendo al inicio de esta reflexión, no debemos estar asidos al Señor por sus consuelos, pero cuando llega la aridez, no gozando ni del consuelo de las cosas del mundo ni del de Dios, cuánto se sufre. Esa es la realidad. Aguantar y esperar; sufrir en la noche oscura. Lo de endemoniados es mejor guardarlo en nuestra recámara; sabemos que existe, sí, pero ¡cuidado al obrar! El demonio está más cerca... y también más lejos.

José María Lorenzo Amelibia

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