Un día memorable, bodas de oro con la Eucaristía


Para mí hoy es un día memorable; del todo eucarístico: cincuenta y dos años de sacerdocio. ¿Cómo agradeceré a Dios tanto favor? Desde entonces, Ríos caudalosos de gracia han inundado mi alma. ¡Qué confianza con El! Si dijiste, Señor: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, tendrá vida eterna", ¡cómo ha de ser mi esperanza de salvación!

Medio siglo es mucho tiempo para los humanos. Lo llamamos bodas de oro. Medio siglo, más dos años, resulta escaso para amarte, Señor. ¡Necesito la la eternidad!

Me alegro oyendo el canto del ruiseñor, y contemplando la aurora tibia en un día de verano. Alegrarme en la unión contigo sería poco decir. ¡Es tu contacto horno de amor; es fusión con tu cuerpo; nido de descanso; refugio del caminante; medicina del enfermo; casa solariega del Padre celestial; fuente de vida eterna.

Y te pido desde esta atalaya por el poco provecho que he hecho a las personas, aunque mi deseo ha sido siempre ser eficaz, querer y extender tu Reino. Admite, Señor, mis buenos deseos.

¡Cuántos años, Señor, son la historia de mis amores contigo! Tú eres ya mi esperanza sin retorno hasta la posesión eterna. Pero viene a mi mente ahora la otra cara de mi relación de amor. Pobre ha debido de ser la disposición de mi alma, pues no soy santo. A lo largo de los años no he sabido vibrar día a día con la intensidad de quien acude al Banquete Sagrado, cuyo alimento es Cristo.

Desde mañana, cuando comiencen ya a contar las bodas eternas de mi unión contigo, prepara Tú mi pobre corazón. Y la Virgen María, que tanto sabe de amores, adorne un poco mi alma, y me enseñe a comulgar.

Y pido perdón a cuantos he ofendido, porque, aunque mi deseo ha sido amar y tratar bien, soy tan limitado. Perdona, Señor mis pecados. Y perdonad hermanos mis limitaciones y errores y mis malas formas.

Ver página web http://personales.jet.es/mistica
Volver arriba