El arzobispo Milingo es una figura señera dentro del episcopado católico. Hoy ya se habla poco de él, porque cayó en desprestigio por sus excentricidades. Y vino bien a los jerarcas celbatarios su reacción grotescas. Pero es preciso mirarlo en conjunto. Persona muy interesante para una tesis doctoral dentro de cincuenta años.
Fue llamado al Vaticano desde el Sur de África donde ejercía, porque no les agradaba su manera de proceder. Arrastraba a las gentes y poseía el don de curaciones. Algo hizo en el 2000-2001 que lo llevó a las primeras páginas de la prensa mundial. Se unió en matrimonio a sus setenta años con una señora coreana en una boda masiva de la secta Moon. Muchos lo juzgaron como demencia senil, pero fue un gesto (no lo podemos aprobar) con el que pretendió de alguna manera llamar la atención del resto de la jerarquía con relación al celibato. Tuvieron sus compañeros el buen acierto de ofrecerle la acogida al hijo pródigo, antes de lanzar contra él la excomunión. Milingo volvió y abandonó a su esposa. Siempre ha querido ser fiel a la Iglesia Católica y profundamente religioso.
Milingo nunca hubiese conseguido la secularización para casarse en matrimonio católico, porque se les niega a todos los obispos lo que se concede a los curas. Tal vez esa pudo ser la causa de su matrimonio por la secta Moon. Con su gesto ha dado un aldabonazo muy profundo al mundo. Pensamos que este gesto ha tenido que hacer mella en quienes rigen los destinos de la Iglesia para reconsiderar la cuestión del celibato clerical tanto de sacerdotes como de obispos.
José María Lorenzo Amelibia
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