No te preocupe tanto tu físico…
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
No te preocupe tanto tu físico…
Distintos rostros femeninos
Me decía Ansola – una mujer joven encantadora –: “Siempre me he preocupado de mi físico. Mi pensamiento cuando me arreglaba para salir de paseo, para ir al cine o la playa, era estar guapa; parecerme a las modelos que ocupaban mi corazón”. Como Ansola, sé que existen muchos cientos de chicas, cuya norma es aparecer siempre con su cuerpo que cause admiración.
Esta mujer no podía disimular su vergüenza cuando no conseguía cumplir los cánones estéticos. Llegaba incluso a esconder su cara detrás de una revista, si se encontraba en la playa tomando el sol, y ni siquiera lograba concentrase en la lectura de su artículo preferido.
Un día algo vino a hacer tambalear su ilusión favorita de sentirse a gusto con su físico. Mientras se disponía a lanzarse al agua para practicar su ejercicio de natación, vio llegar a una persona con una pronunciada minusvalía: apenas podía caminar sobre la arena; la acompañaba una señora mayor que parecía su madre. Ansola me dijo que escribió en su diario la noche siguiente: “He sentido rubor por avergonzarme de algo que carece totalmente de importancia ante la cantidad de seres humanos que sufren en su carne situaciones tan desfavorables. He vuelto a casa con la piel enrojecida por el sol y con una lección bien asimilada: “Lo que de verdad importa es la vida””.
Esta anécdota vivida por Ansola me ha hecho reflexionar sobre mis preocupaciones a veces tan estériles, y en general sobre los problemas que nos creamos por asuntos insignificantes como éstos: no poder salir de vacaciones porque mi hijo ha suspendido y he de acompañarle mientras prepara su recuperación; se me ha estropeado el televisor y no conseguiré ver mi programa favorito; una gripe inoportuna se apodera de mi precisamente en el fin de semana… Problemas, muchos problemas que no son nada comparados con los grandes traumas de la humanidad.
A veces nos obsesionamos con nuestras pequeñas cosas y nos parece que se hunde el mundo cuando no las logramos. Y no es que hayamos de consolarnos pensando que otros se encuentran peor que yo. Todo lo contrario; mi pequeño mal ha de espolearme para ayudar a mis semejantes a solucionar sus grandes y verdaderos problemas. “Que cada uno lleve las cargas de los otros y así cumpliremos la ley de Cristo” - que nos diría San Pablo.
José María Lorenzo Amelibia
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