Y siento con ellos la esperanza; y palpita mi corazón como el de hombre recién enamorado.
- Con nosotros has pasado, Señor, cuarenta días de paz y de consuelo. ¡Luna de miel en matrimonio místico! Y te alejaste en otra mañana de sol, cuando la nubecilla nos ocultó tu rostro.
- ¿Por qué te has escondido, Señor, si es hoy la Pascua del Resucitado?
Así vagaba mi imaginación errante. Y cayeron de mis ojos las escamas. Y apareció de nuevo el resplandor de la luz pascual. El cirio, elaborado por la madre abeja, me guió hacia el Altar. Allí oculto el Resucitado tomóme de su mano como a Pedro, cuando comenzaba a hundirse en el lago, inmerso en las aguas de la duda.
¡No te has alejado de nosotros! Es la Pascua. ¡Tú eres el Camino!
Nuestra marcha resulta segura y firme en la esperanza total; en la fe deslumbrante, oscura por su mismo resplandor.
Buscadnos en los torrentes de la vida; en manantiales de aguas limpias; junto al necesitado y al ignorante; junto a aquellos que no conocen a Dios; amigos de quienes se encuentran en las tinieblas y desean ver a pleno día.
Buscadnos en el Altar de Dios; velamos nuestras armas de amor y celo al lado de Jesús, siempre vivo en la Eucaristía. Y saldremos de allí, como María Magdalena, a anunciar con palabra y testimonio
la gran verdad , la Buena Nueva: ¡Jesús ha resucitado!
"Y yo también he resucitado, Señor, y aún estoy contigo ¡aleluya! Colocaste sobre mí tu mano ¡aleluya! Admirable es tu Sabiduría. ¡Aleluya, aleluya!"
José María Lorenzo Amelibia
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