Cielo desvalorizado ¿A quién interesa el más allá de la muerte?

Entre los valores fundamentales del cristianismo está el del cielo o vida eterna o salvación del alma o vida con Dios en el más allá. Pero ¿a quién interesa el más allá de la muerte? Porque es de lamentar que muchos bautizados, no solamente los que perdieron la fe, sino también muchas personas piadosas y practicantes, se conforman con la práctica de la caridad, la piedad y la confianza en Dios. Y punto. Viven la espiritualidad del AT pero no la esperanza de resucitar con Cristo resucitado.
Los artículos anteriores trataron sobre la Iglesia como valor. En adelante, ocupará nuestra atención otro de los valores fundamentales del cristianismo: el cielo, la salvación o vida eterna con estos interrogantes ¿a quién interesa hoy el tema del cielo? ¿Por qué se rechaza y por qué se acepta la vida después de la muerte? ¿Qué haremos en el cielo? ¿Comienza el cielo en la tierra? Y algún que otro interrogante más.



Hay que reconocerlo: en el mundo occidental, secularista y ateo, la realidad de un más allá despierta parecida reacción a la que tuvieron los atenienses cuando Pablo habló de la resurrección de Cristo. Se ríen. Ese “cielo -vida eterna -salvación –vida con Dios en el más allá.. pertenece a la fantasía religiosa. Claro, que no sucede lo mismo en la religión musulmana y en muchas confesiones o sectas aunque exageren la vivencia del cielo. Y, por supuesto, en los cristianos que recitan y creen “en la vida eterna”.
Es la pregunta con la que cierro el capítulo dedicado a los valores que dan sentido a la vida. Junto al mundo, el hombre, la fe, Jesucristo, Dios y la Iglesia, está como gran valor para el creyente el cielo, no el de las estrellas, la salvación no la material sino la posterior a la muerte, y la vida eterna, no solamente la dimensión temporal hasta la muerte sino la eterna.

Y propongo la pregunta en el mundo secularista y posmoderno que rechaza o prescinde de unos valores que son fundamentales en el cristianismo. También la pregunta afecta a muchos cristianos que dudan o aceptan parcialmente el significado del cielo-salvación-vida eterna. Muchos cristianos practicantes tampoco acaban de entender que después de la muerte comienza una vida sin fin, que existe el riesgo de la salvación y la posibilidad de de tratar a Dios”cara a cara” como bienaventurados en el cielo.

Son muchas las respuestas y las actitudes ante el interrogante propuesto. En los próximos artículos escribiré sobre aquellos que tienen sus razones para no creer en el cielo y sobre otros que en un pasado sí estuvieron interesados por el tema pero en el presente viven indiferentes. No faltará la presencia de quienes viven la fe profesada en el Credo de la Misa: “creo en la vida eterna”. Para éstos, el cielo es un valor de primera clase unido al conjunto de sus creencias cristianas. A manera de complemento informaré sobre algunas de las interpretaciones que se han dado sobre la vida en el cielo, unas exaltadas y otras de teología ficción. De todas, alguna enseñanza podremos sacar.

Quedaría incompleta la respuesta al interrogante propuesto si no expusiera los pasos necesarios para ir al cielo, para salvarse o conseguir la vida eterna. Pero no será un tratado de ascética. Me limitaré a la esperanza cristiana que a modo de puente une al creyente de la tierra con la realidad de la otra orilla y a la coherencia de quien siembra y camina en esta vida para cosechar en el cielo.Si falla el puente no podemos pasar a la otra orilla del río. Sin la esperanza cristiana, todo queda en un jeroglífico.

¿Merece la pena hablar hoy día del cielo, del más allá de la muerte? Un servidor está convencido y dice que sí. ¿Razones?
Pertenece al Credo como un dogma que necesita traducirse en un valor fundamental en todo creyente
La vida eterna (cielo o salvación) es un valor excepcional porque abre nuevos horizontes al ser humano después de la muerte, le motiva para conseguir la felicidad anhelada con la definitiva relación con Dios en su gloria y le enseña a vivir mejor como ciudano en la tierra, miembro del Reino de Dios.
Además esta verdad de fe está fundamentada en la doctrina de Cristo y de modo especial en la redención y resurrección del Salvador. Bien interpretada, la meta del cielo no es una alienación sino un estímulo fuerte para vivir la vocación como persona y como cristiano
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