Iglesia lúcida y abierta: ¿cómo afrontar los desafíos actuales?

Junto a las alternativas expuestas en el artículo anterior, están los desafíos que interpelan a la comunidad eclesial. Enumeremos algunos de ellos: la elección del rostro para una “nueva iglesia”, el discernimiento ante las ideologías para aceptar sus valores positivos, las exaltaciones intraeclesiales para que unos y otros se acepten en clima de pluralidad, las críticas contra las estructuras eclesiales para cambiar aspectos por muy tradicionales que sean, las causas del alejamiento de tantos bautizados para revisar a fondo la evangelización, etc.

EL ROSTRO DE LA “NUEVA IGLESIA”
El creyente vive su vocación cristiana dentro de la Iglesia de siempre, que hoy, a sus más de 40 años del Vaticano II, tiene el desafío de pone en práctica un nuevo rostro, fiel a su pasado, al espíritu conciliar y a los signos de los tiempos. ¿Qué rasgos integran el nuevo rostro de la Iglesia? Entre las muchas interpretaciones propuestas, resumo la de un biblista, teólogo y hombre de Iglesia como es Luis Rubio. Presenta a la iglesia «nueva» como el eterno pueblo apasionado por Dios y su gloria pero en comunión con la suerte del hombre. Un pueblo configurado como una comunidad de pertenencia que a la vez es comunidad fraterna con relaciones interpersonales donde nadie es extraño, donde existe la comunicación abierta y las decisiones compartidas, la comunión de bienes, la solidaridad y la reconciliación permanente (Evangelizadores siglo XXI en Seminarios 149 (1998) 26-29). Otros rasgos del mismo autor:

Esta iglesia, por la pobreza y por solidaridad con los pobres, será más creíble. . No estará organizada en función de los ricos y sus relaciones serán más de circularidad y no de verticalidad. Junto a la pobreza, estará el carácter «diaconal» de servidora; no de señora sino sierva; no jerárquica-clerical sino ministerial.

El estilo en esta comunidad será dialogal y tolerante porque propone y expone, no impone; reconoce y respeta la dignidad del otro, aun del que yerra; escucha y aprende; decide en diálogo permanente y sin apagar voces, servidora siempre de la paz.

Este Pueblo de Dios es el apostólico como continuador de la obra de los apóstoles y apasionado por el evangelio que llevará hasta los confines del mundo. Y como apostólica que es, la iglesia será también profética y contemplativa del acontecer histórico como lugar teológico, luchadora por la justicia, la libertad y la vida.

El carácter marginal y martirial es otro de los rasgos de la Iglesia que no se refugia en los espacios del poder y del control sino que se hace presente en los márgenes, en las periferias, al lado de los marginados, de las víctimas.

Con su liturgia, sacramentos, preceptos y doctrina se constituye la Iglesia en una excepcional plataforma para que sus miembros puedan mantener con Dios y con el mundo unas creíbles relaciones.


DISCERNIMIENTO ANTE LAS IDEOLOGÍAS Y EXALTACIONES
La lucidez y apertura piden el discernimiento para valorar los aspectos positivos tanto de las ideologías como el de las respuestas exaltadas. Como ejemplos:

La modernidad. Con la modernidad comenzó la ruptura con Dios y con algunas ideologías contrarias a la Iglesia. Sin embargo la modernidad contiene criterios muy aprovechables como hace constar J.M. Mardones en ¿A dónde va la religión? Cristianismo y religiosidad en nuestro tiempo (Sal Terrae, Santander 1996)213-219. Por ejemplo, el criticismo de la modernidad ayudó para conocer mejor la Biblia, y los ideólogos de la modernidad se preocuparon por el hombre. Al cristiano le urge dar razón de su esperanza desde la asimilación del espíritu crítico de la segunda ilustración. Ahora bien, habrá que responder siguiendo el espíritu de la Constitución pastoral del Vaticano II, la Gaudium et spes, con la caridad política y con una preocupación por el otro que supere lo meramente asistencial. No se acepta ni la verdad única del fundamentalismo ni la pluralidad permisiva del moderno. Mejor es apuntar a un verdadero universalismo en el que se valore a cada cual como diferente y único, se dialogue con él y se le acepte de un modo real y solidario;

El secularismo ético. Dentro de la modernidad podemos situar la secularización radicalizada con las críticas que lanza contra la religiosidad tradicional. La creatividad tendrá presente lo que propone el secularista sobre el nuevo «rostro» para el Tú divino, «la religión del mundo» y la «nueva religiosidad». Téngase presente el juicio emitido sobre los criterios de la secularización aceptable y del secularismo radicalizado;

La posmodernidad con su nueva sensibilidad ante lo religioso. Más fuerte que la modernidad, la posmodernidad muestra hostilidad hacia Dios y, consecuentemente, hacia las mediaciones religiosas. Habrá que estar en guardia contra su ateísmo y ambigüedad religiosa. Pero habrá que tener en cuenta algunas de sus aportaciones como el redescubrimiento del símbolo y de la estética. Ante el frío modernismo, muy lógico, empírico y cientificista, perdimos la frescura de los signos. Además, la reiteración ha marchitado nuestras celebraciones, -en especial la misa-, que a veces terminaron en obligaciones o ritos sociales;

El neopositivismo con la experiencia emocional. Se dice que lo que vale es la experiencia que se siente, lo que toca al corazón y emociona. Este neopositivismo religioso es peligroso, pero veamos lo que tiene de advertencia y contrapeso respecto a otra religiosidad seca, legalista y falta de «pathos-sensibilidad» que no conoce el hálito del misterio, se queda en la convicción, en el deber moral o en el compromiso. En esta época del feeling (sentimiento), un cristianismo sin experiencia sensible es poco atractivo. La presentación exclusivamente racional de la fe está desacreditada. Además quien ha sentido el toque emocional religioso tiene una importante motivación para el seguimiento de Jesús;

El conservador exaltado pero con valores. De este católico, ratificaremos la lección de que «no se juega» con las cosas de la fe, que necesitamos de la tradición porque no se puede renunciar a las raíces, al fundamento que nos sustenta. Y que no debemos sembrar sobre arena. Pero atención a la obsesión del conservador por la seguridad y con la supeditación de toda la verdad a «su» interpretación única y definitiva. En el conservador existe una actitud contraria a la creatividad por su radicalismo por lo antiguo;

El progresista también exaltado pero con valores. De esta actitud habrá que aceptar su interés por los signos de los tiempos, por la voluntad de Dios expresada en los nuevos acontecimientos. El «progresista» es un amante de la creatividad, de dar respuestas nuevas a los nuevos problemas. Y lleva razón en su intención. Pero el fin bueno no justifica sacrificar mediaciones religiosas válidas. La actitud progresista opta radicalmente por una creatividad que ignora el núcleo religioso «nuevo y antiguo»;

Discernimiento para atraer a los alejados (el indiferente y el creyente no practicante) suscitan serios interrogantes. No se trata de lamentar sino de estimular la respuesta creadora. Y para ello se impone el planteamiento de preguntas tales como: ¿Qué razones tienen los «indiferentes» para apartarse de las relaciones con Dios? ¿Son solamente personales o también existirán deficiencias en la evangelización? ¿Por qué tantos bautizados, en un tiempo creyentes y practicantes, prefieren relacionarse con Dios de manera particular, al margen del culto católico? ¿Es solamente por la comodidad o también por unas celebraciones litúrgicas desfasadas? ¿Por qué muchos católicos abandonan la Iglesia católica y se adhieren a las sectas o a los nuevos movimientos religiosos? ¿Qué hay de aceptable en los “alejados” que pueda enriquecer motivar la nueva evangelización?

Otros desafíos. Necesitaría más de un artículo para detallar las críticas de Hans Küng a la estructuras eclesiales que atentan contra la libertad del teólogo. Y también harían falta varios artículos para evaluar el enfoque innovador de Pagola a la hora de una aproximación histórica sobre la figura de Jesús. Ahora nos quedamos con la respuesta de una Iglesia que afronta con lucidez y apertura los nuevos desafíos. Es una de las tareas para la nueva evangelización de la que trataremos el próximo artículo.
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