Desde la fe: ¿Es Jesús un hombre extraordinario o el Dios Redentor?
Afrontamos los interrogantes más profundos sobre la figura de Jesucristo: ¿se trata de un hombre extraordinario por su vida y doctrina o nos encontramos ante el verdadero Dios y verdadero hombre según la fe cristiana? ¿Es “un salvador más” o el Dios redentor? En definitiva: ¿quién es Jesucristo para la fe cristiana? ¿en qué consiste su identidad como persona? ¿la misión principal de su vida fue la de evangelizador o la de redentor? Este artículo expone con brevedad y desde la fe los títulos, la identidad divina y la misión reparadora de Jesucristo.
Títulos y respuesta de la fe cristiana El cristiano acepta a Jesucristo como el primer profeta y el siervo de Dios; el mediador definitivo y el sumo sacerdote, el Señor resucitado y el Hijo de Dios; el Enmanuel y el Redentor; la cabeza y la vida; el liberador y el salvador; el fundador del Reino de Dios y de la Iglesia; el camino, la verdad y la vida, el testigo de la Buena nueva sobre el hombre, las instituciones y las relaciones interpersonales.
Más aún, a estos títulos la fe cristiana antepone como principal el de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre. Sin entrar en detalles, recurramos al Catecismo de la Iglesia católica que resume así la doctrina del magisterio: “el acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre” (464).Y como resumen: “la Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. El es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor” (469). Para resaltar la dignidad de Jesucristo, el Catecismo transcribe una expresión gráfica de un concilio:"el que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la santísima Trinidad" (DS 432)(468).
Identidad profunda: verdadero Dios y perfecto hombre Con citas del Vaticano II actualizamos la grandeza de Jesús que consiste en ser perfecto hombre y verdadero Dios. Es perfecto hombre, pues su naturaleza humana no fue absorbida (GS 22,2); aparece con un cuerpo que trabaja, es una persona que ama y que participó en la vida social como cualquiera (GS 32,2); nació y murió (GS 22,2; 45,2). Y es verdadero Dios como consta en pasajes bíblicos que ratifican los documentos conciliares. (LG 5); AG 3,2; LG 7,4; DH 11). En Cristo, Verbo encarnado, habitó corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9). Esta expresión se entiende como afirmación de la acción salvadora del único Dios, el del Antiguo Testamento y el Dios hecho hombre, el Cristo, el Señor que predicaron los apóstoles (Hch 2,36).
La Encarnación como misterio del amor trinitario
La fe trinitaria expone cómo Dios envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu (SC 5; LG 5.7; GS 38). Y la teología explica cómo la naturaleza divina está unida hipostáticamente con la naturaleza humana, en la unidad de persona del Verbo. Cristo como hombre no tiene persona humana. En Cristo sólo existe la persona divina (la segunda de la Trinidad) que es el sujeto de todas sus acciones.
Para el cristiano, la Encarnación aparece como el misterio de amor de la Trinidad, amor del Padre que envía al Hijo para regenerar y redimir a la humanidad (1 Jn 4,9; Col 1,18-20; LG 3; UR 2). Es un misterio de amor del Verbo que, hecho carne, habitó en la tierra y para recapitularlo todo en sí mismo (GS 38; 45).
Y, por último, la Encarnación es misterio de amor del Espíritu Santo que unge al Verbo hecho carne (SC 5). Y así, de esta manera «el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (GS 22). Cristo Jesús fue enviado al mundo como verdadero mediador entre Dios y los hombres (AG 3; SC 5).
Misión de Cristo: redimir al mundo Distinguimos entre misión y tareas en la vida de Jesucristo. La misión principal fue la redentora y una de las tareas, la evangelización, especialmente la enseñanza sobre el reino y reinado de Dios que será el tema para un próximo artículo.
Estamos ante la obra de Cristo Redentor. Jesús a la hora de clarificar su persona dijo que era «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6); los apóstoles, al reflexionar sobre Cristo, le reconocieron como el Salvador del mundo, el Maestro de los hombres y la vid para sus discípulos (Jn 15, 1-8; 1 Tim 1,1).
¿Y qué finalidad tiene la existencia de Jesucristo? Con el Vaticano II, el cristiano proclama que Cristo tiene la misión de: arrancar a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (AG 3); libertar de la esclavitud y destruir la muerte (GS 22); devolver a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el pecado (GS 22); dar la filiación divina y transformar al hombre en nueva criatura (Gál 6,16; 2 Cor 5,17; LG 3.7). Con otras palabras: Jesucristo es Redentor que al final de su vida quiso morir por todos los hombres para rescatarnos del pecado y darnos la vida eterna.
La fe cristiana afirma también que solamente Cristo podía redimirnos de manera perfecta por su condición de mediador y camino de salvación, de sacerdote y buen pastor, de verdadero Dios y perfecto hombre, de la Cabeza de la humanidad lleno de gracia y de verdad, de la cual todos participamos (Jn 1,14). Cristo vino para liberarnos: «con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida... nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado» (GS 22). Y el mismo Cristo afirma la modalidad de su liberación: «la verdad os hará libres... si el Hijo os librara, seréis verdaderamente libres» (Jn 8,32-36).
Cristo nos redimió con su muerte y resurrección.
He aquí el Misterio Pascual y a Cristo como nuestra cabeza. Según enseña Pablo, tenemos la redención por la virtud de su sangre (Ef 1,3-14; Mt 20,28; Jn 10,11); por su muerte estamos reconciliados con Dios y alcanzamos la justicia del mismo Dios (Ef 1,3-14; Rom 5,9; 2 Cor 5,21). El Vaticano II actualizó la doctrina sobre la redención por Cristo al afirmar que con su obediencia de muerte realizó la redención (LG 3); con sus obras, muerte y resurrección, envió al Espíritu y nos liberó del pecado (DV 4). El resumen de su obra redentora está en el Misterio pascual. Efectivamente, con su muerte, resurrección y ascensión, Cristo realizó la redención del mundo e instauró el Reino del Padre (SC 5.6); con la entrega de su sangre nos mereció la vida, nos reconcilió con Dios y libró del pecado (GS 22); padeciendo por nosotros «abrió el camino» que da sentido a la vida y a la muerte; sufriendo la muerte por nosotros no enseña a llevar la cruz con la fuerza del Espíritu (GS 38.22).
Y Cristo, nuestra cabeza, nos comunica la vida divina. Él como Redentor nos mereció la vida y nos dio la vida (GS 22). Y como Cabeza del cuerpo que es la Iglesia, está lleno de gracia y verdad (Ef 1,22; Jn 1,14-16; LG 7; AG 3). Jesucristo es la vid que tiene un influjo vital en todos sus miembros. Por el bautismo somos regenerados como hijos de Dios e injertados en su Misterio pascual.
Títulos y respuesta de la fe cristiana El cristiano acepta a Jesucristo como el primer profeta y el siervo de Dios; el mediador definitivo y el sumo sacerdote, el Señor resucitado y el Hijo de Dios; el Enmanuel y el Redentor; la cabeza y la vida; el liberador y el salvador; el fundador del Reino de Dios y de la Iglesia; el camino, la verdad y la vida, el testigo de la Buena nueva sobre el hombre, las instituciones y las relaciones interpersonales.
Más aún, a estos títulos la fe cristiana antepone como principal el de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre. Sin entrar en detalles, recurramos al Catecismo de la Iglesia católica que resume así la doctrina del magisterio: “el acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre” (464).Y como resumen: “la Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. El es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor” (469). Para resaltar la dignidad de Jesucristo, el Catecismo transcribe una expresión gráfica de un concilio:"el que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la santísima Trinidad" (DS 432)(468).
Identidad profunda: verdadero Dios y perfecto hombre Con citas del Vaticano II actualizamos la grandeza de Jesús que consiste en ser perfecto hombre y verdadero Dios. Es perfecto hombre, pues su naturaleza humana no fue absorbida (GS 22,2); aparece con un cuerpo que trabaja, es una persona que ama y que participó en la vida social como cualquiera (GS 32,2); nació y murió (GS 22,2; 45,2). Y es verdadero Dios como consta en pasajes bíblicos que ratifican los documentos conciliares. (LG 5); AG 3,2; LG 7,4; DH 11). En Cristo, Verbo encarnado, habitó corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9). Esta expresión se entiende como afirmación de la acción salvadora del único Dios, el del Antiguo Testamento y el Dios hecho hombre, el Cristo, el Señor que predicaron los apóstoles (Hch 2,36).
La Encarnación como misterio del amor trinitario
La fe trinitaria expone cómo Dios envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu (SC 5; LG 5.7; GS 38). Y la teología explica cómo la naturaleza divina está unida hipostáticamente con la naturaleza humana, en la unidad de persona del Verbo. Cristo como hombre no tiene persona humana. En Cristo sólo existe la persona divina (la segunda de la Trinidad) que es el sujeto de todas sus acciones.
Para el cristiano, la Encarnación aparece como el misterio de amor de la Trinidad, amor del Padre que envía al Hijo para regenerar y redimir a la humanidad (1 Jn 4,9; Col 1,18-20; LG 3; UR 2). Es un misterio de amor del Verbo que, hecho carne, habitó en la tierra y para recapitularlo todo en sí mismo (GS 38; 45).
Y, por último, la Encarnación es misterio de amor del Espíritu Santo que unge al Verbo hecho carne (SC 5). Y así, de esta manera «el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (GS 22). Cristo Jesús fue enviado al mundo como verdadero mediador entre Dios y los hombres (AG 3; SC 5).
Misión de Cristo: redimir al mundo Distinguimos entre misión y tareas en la vida de Jesucristo. La misión principal fue la redentora y una de las tareas, la evangelización, especialmente la enseñanza sobre el reino y reinado de Dios que será el tema para un próximo artículo.
Estamos ante la obra de Cristo Redentor. Jesús a la hora de clarificar su persona dijo que era «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6); los apóstoles, al reflexionar sobre Cristo, le reconocieron como el Salvador del mundo, el Maestro de los hombres y la vid para sus discípulos (Jn 15, 1-8; 1 Tim 1,1).
¿Y qué finalidad tiene la existencia de Jesucristo? Con el Vaticano II, el cristiano proclama que Cristo tiene la misión de: arrancar a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (AG 3); libertar de la esclavitud y destruir la muerte (GS 22); devolver a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el pecado (GS 22); dar la filiación divina y transformar al hombre en nueva criatura (Gál 6,16; 2 Cor 5,17; LG 3.7). Con otras palabras: Jesucristo es Redentor que al final de su vida quiso morir por todos los hombres para rescatarnos del pecado y darnos la vida eterna.
La fe cristiana afirma también que solamente Cristo podía redimirnos de manera perfecta por su condición de mediador y camino de salvación, de sacerdote y buen pastor, de verdadero Dios y perfecto hombre, de la Cabeza de la humanidad lleno de gracia y de verdad, de la cual todos participamos (Jn 1,14). Cristo vino para liberarnos: «con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida... nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado» (GS 22). Y el mismo Cristo afirma la modalidad de su liberación: «la verdad os hará libres... si el Hijo os librara, seréis verdaderamente libres» (Jn 8,32-36).
Cristo nos redimió con su muerte y resurrección.
He aquí el Misterio Pascual y a Cristo como nuestra cabeza. Según enseña Pablo, tenemos la redención por la virtud de su sangre (Ef 1,3-14; Mt 20,28; Jn 10,11); por su muerte estamos reconciliados con Dios y alcanzamos la justicia del mismo Dios (Ef 1,3-14; Rom 5,9; 2 Cor 5,21). El Vaticano II actualizó la doctrina sobre la redención por Cristo al afirmar que con su obediencia de muerte realizó la redención (LG 3); con sus obras, muerte y resurrección, envió al Espíritu y nos liberó del pecado (DV 4). El resumen de su obra redentora está en el Misterio pascual. Efectivamente, con su muerte, resurrección y ascensión, Cristo realizó la redención del mundo e instauró el Reino del Padre (SC 5.6); con la entrega de su sangre nos mereció la vida, nos reconcilió con Dios y libró del pecado (GS 22); padeciendo por nosotros «abrió el camino» que da sentido a la vida y a la muerte; sufriendo la muerte por nosotros no enseña a llevar la cruz con la fuerza del Espíritu (GS 38.22).
Y Cristo, nuestra cabeza, nos comunica la vida divina. Él como Redentor nos mereció la vida y nos dio la vida (GS 22). Y como Cabeza del cuerpo que es la Iglesia, está lleno de gracia y verdad (Ef 1,22; Jn 1,14-16; LG 7; AG 3). Jesucristo es la vid que tiene un influjo vital en todos sus miembros. Por el bautismo somos regenerados como hijos de Dios e injertados en su Misterio pascual.